Manuel Martínez. / EPDA Últimamente venimos observando el aumento de casos y rebrotes en relación al Coronavirus. Es un hecho que la relajación en el cumplimiento de las medidas de prevención en determinados sectores de población y producción está haciendo que el final del túnel se aleje cada vez más pero también es cierto que las consecuencias de estos incumplimientos no sólo afectan a los sectores o personas que incumplen las medidas sino a toda la sociedad.
Seguramente muchos de nosotros hemos visto a alguna persona sin mascarilla o grupo de amigos sin guardar la distancia social. Normalmente la reacción suele ser únicamente de indignación, raramente intentamos hacer un poco de pedagogía y hacemos entender a esa persona o personas que lo que están haciendo es poner en riesgo a toda la población, simplemente comentamos el enfado con nuestro entorno y acabamos apelando a las sanciones que acarrean esas malas acciones. Desgraciadamente, no todo el mundo desarrolla un alto grado de empatía con las personas que sufren esta enfermedad y no tomarán medidas hasta ver el problema en sus propias carnes o allegados, eso sí, deberían saber que su actitud lo único que está haciendo es llevarnos hacia atrás y consiguiendo poco a poco por estadística que este problema les acabe afectando.
No podemos permitirnos otro nuevo confinamiento, ni por motivos sanitarios en primer lugar ni por motivos económicos. Todos deberíamos saber que en el mundo globalizado en el que vivimos las cosas nos acaban afectando en mayor o menor medida pero también es verdad que el ser humano aprende a golpes y es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra.
Por todo ello, desde estas líneas quiero apelar a la responsabilidad de todos y cada uno de nosotros para cumplir las medidas y recomendaciones con la intención de convertir lo más pronto posible esta pandemia en un fantasma del pasado, no es cosa de uno, es cosa de todos.
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