Murgui disfruta de su libertad. FOTO EPDA Y por fin llegó la lluvia. El 2015 ha empezado como toca,
con frio, con lluvias, con temperaturas invernales, se aprecia un cambio de tendencia,
volver a la normalidad de los tiempos, los inicios de siglo siempre vienen
marcados por fenómenos atmosféricos. Personalmente me satisface el agua que
cae con conocimiento para regar nuestros campos, paliar la sequia, y limpiar la
atmósfera.
El cambio climático, debe llevar aparejados otros cambios
que afectan a las personas y otros colectivos. Asistimos a muchas
inauguraciones, a cambios de imagen y hasta reinvenciones de las cosas. El 2015
también nos trae un calendario electoral marcado por otros detonantes que con
el paso del tiempo se van detectando.
Es lógico y bueno ver esos progresos, como también es
importante que los pueblos avancen al ritmo que marcan los tiempos, pero lo que
no me resulta lógico es que se haga la siesta durante largas temporadas y de
repente el insomnio sea la bandera de todos los proyectos pendientes no de
acabar, algunos de ellos hasta a punto de empezar.
No voy a citar ningún caso concreto, ni tampoco afearé
conducta alguna; ayer me trataron de romántico o de poeta, hoy se me puede
juzgar como crítico, pero ¿porqué a cien días vista de las elecciones existe
tanta prisa en hacerlo todo? No hemos tenido cuatro años para hacer la dieta
mediterránea, ponernos esbeltos, hacer los deberes bien hechos y hoy presentar
el cuaderno de notas repleto de sobresalientes? Si no nos ha dado tiempo en
cuatro años, ¿lo haremos en cien días? Difícil lo veo.
Pero más difícil es convencer cuando no hay razones de peso,
difícil es arriesgar cuando el nerviosismo se convierte en la antesala del
miedo, y más difícil es llegar cuando los caminos no están bien definidos.
Estamos ante el cambio, estamos ante un momento óptimo para
empezar y consolidar proyectos, y estamos ante el día y la hora que se ha de
hacer valer la sensibilidad y la necesidad de construir bases nuevas de
progreso. “Se ha de vivir y morir abrazado a la verdad” ésta frase
la leí en Cuba, junto a una azucarera semi destruida de un pueblo llamado
Madruga, donde los niños jugaban a futbol descalzos en calles sin asfaltar y
en las casas que visité me ofrecían jugos naturales de mango.
Me ha venido a la cabeza la frase y el lugar, pensando en la
falta de verdad que nos une a ambos lugares, pero sobre todo sintiendo el dolor
como propio de aquellos que no nos dicen la verdad y juegan con nuestros
destinos.
Cuba queda lejos, allí no conocen muchos conceptos de los
que aquí disfrutamos, España, Valencia, nuestros pueblos los tenemos en la
mano, son nuestro feudo, son nuestra vida… ¿sabemos exigir y corresponder
con aquello que es nuestro? Si lo sabemos y no lo hacemos mal andamos, si en
realidad lo sabemos, no nos dejan hacerlo y nos quedamos en buenos propósitos,
poco avanzamos, y si tenemos inquietudes y no las ponemos en práctica, de poco
sirve quejarnos. La lluvia nos empapa, los tiempos cambian… la primavera
se acerca. No dejes el paraguas en casa.
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