Emma Sopeña En
mi anterior colaboración expuse lo que las personas defensoras de
los animales pensamos sobre los zoos. En esta ocasión quisiera
reflexionar sobre la utilización de animales en los circos.
Parece que, poco a poco, los gobiernos autonómicos van impidiendo
que los animales “salvajes” sean una atracción circense. En
Europa, 23 Estados Miembros ya han adoptado restricciones a nivel
nacional en el uso de estos animales en circos y se aprecia un
rechazo de la ciudadanía hacia esta forma de entretenimiento, esto
sí, “salvaje”. No sólo por los accidentes que se han
contabilizado sino porque la gente piensa ya en términos de
bienestar animal.
Las
personas de mi generación que hayan asistido en su infancia a estos
espectáculos seguro recordarán el ruido de las rejas, los aros de
fuego, los latigazos y los rugidos de esos pobres animales obligados
a saltar, a hacer equilibrios o a cualquier estridencia que se le
ocurriera al domador.
Pero
no se trata de terminar de una vez con la explotación de los
animales que denominan “salvajes” sino de la explotación de
todos los animales para el divertimento de espectadores. Y no solo
por la indignidad de tal utilización sino por las condiciones en las
que se encuentran todos los animales utilizados en los circos.
Ausencia de un entorno adecuado y de limpieza, falta de ejercicio y
realización de entrenamiento contrario a su naturaleza. Los animales
obedecen por miedo y por hambre en su perpetuo cautiverio sin poder
comportarse de acuerdo con sus necesidades biológicas. Los
entrenamientos incesantes a los que son sometidos implican
repeticiones de movimientos que realizan aterrados por el castigo.
Los animales en los circos solo existen para obedecer a los domadores
en los grotescos ejercicios que se les ocurren. Permitir estos
espectáculos es seguir considerando al ser humano como dominador de
la naturaleza sometida a su caprichosa voluntad. ¿Por qué si no se
obligaría a un elefante a montarse en una banqueta o a bailar a un
oso? La explotación cruel de los animales en los circos es otra
forma más de maltrato y de instrumentalización animal. Otro negocio
más a costa de la ausencia de compasión, de comprensión del
sufrimiento de los seres vivos.
¿Qué
animal atravesaría, sin ser obligado, por un aro de fuego? ¿Qué
animal andaría a dos patas o montaría en bicicleta o arrastraría
un carrito en el que se han montado otros animales? ¿Qué animal lo
haría si no fuera por el terror a las represalias? Si la vida de los
animales en los zoos es lamentable, ¿qué decir de la de los
esclavos del circo?
No
olvidemos, además, que los circos son itinerantes, por lo que a la
mala vida que llevan estos animales hay que sumar el estrés que
sufren en los traslados constantes de una ciudad a otra o de un país
a otro, en reducidos camiones-jaula en los que padecen calor, frío,
mareo, viviendo sobre sus propios excrementos. Y de tales habitáculos
no salen hasta que les toca actuar en cualquier parte del mundo y
retomar el miedo a las repeticiones forzadas, la música estridente y
los gritos de los espectadores. Lo máximo que tienen es un vallado y
un poco de paja sin poder desarrollar sus conductas naturales con los
de su especie y vivir en manada.
Pedimos
que no lleven a las familias a ver un espectáculo cruel y
denigrante, un espectáculo de explotación y uso indebido de los
animales. Enseñar a la infancia a respetar a los seres vivos es
esencial para su formación y sensibilidad con el fin de que no
consideren normal lo que es antinatural, aberrante y que aprendan a
vivir con respeto no solo hacia sus semejantes sino hacia todo ser
vivo. La Declaración Universal de los Derechos del Animal (1978),
firmada por la UNESCO y por la ONU, en su artículo 4, expresa que
ningún animal debe ser explotado para esparcimiento y que los
espectáculos que se sirven de animales son incompatibles con la
dignidad del animal. Incluso con la dignidad del ser humano capaz de
someter a otras especies por mero capricho.
Recordemos
que hubo un tiempo en el que también personas de etnias diferentes
de las europeas y personas con malformaciones fueron exhibidas
cruelmente como atracción.
Por
ello es necesaria una Ley General de Protección de los Animales para
regular los derechos de los animales que, entre muchísimos aspectos,
conduciría a la prohibición definitiva de los circos con animales.
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