Susana Gisbert. / EPDA
ParecÃa que estas navidades sin mascarillas ni restricciones iban a durar siempre. A pesar de que la loterÃa del calendario no quiso premiarnos con más dÃas festivos, ni que la loterÃa de los sorteos quiso premiarnos con ningún pellizquito, aquà estamos otra vez, en plena cuesta de enero y de rebajas.
El turrón se ha acabado, salvo que se sea como mi suegra, que sigue pensando que ha de comprar para un regimiento, aunque solo seamos cuatro y el de la guitarra, si es que el de la guitarra viene. Pero se ha terminado la época de tomarlo a los postres y ahora solo queda ir picando un trozo hoy y otro mañana, casi clandestinamente, porque ni es Navidad ni los excesos navideños recomiendan comer más que tomate y lechuga durante una temporada.
Y, como cada año, con el turrón se marchan los buenos deseos, la solidaridad y ese halo de algodón de azúcar que parecÃa envolvernos. Se acabaron los maratones solidarios, los reportajes sobre indigentes y comedores sociales, los deseos de paz y amor y la convivencia pacÃfica entre familiares que no se soportan por razón de la tregua navideña. Otra vez pasará un año entero hasta que volvamos a ver a esa tÃa o esos primos con los que prometimos retomar el contacto y de nuevo emprenderemos la vuelta a la rutina con el convencimiento de que este año por fin vamos a cumplir los propósitos que nos hicimos cuando sonaron las campanadas.
Pero, aunque solo se hable de solidaridad en estas fechas, y solo se monten saraos para recoger fondos cuando van rodeados de bolas brillantes y espumillón, los problemas no se esfuman. Las personas sin hogar pasan hambre y frÃo todo el año, las niñas y niños carecen de juguetes todo el año, y las desastrosas consecuencias de la guerra -la de Ucrania, o cualquier otra- también se dejan sentir todo el año.
Ahora los reportajes versarán sobre las rebajas y, en cuanto llegue el primer temporal, sobre la nieve y el frÃo. Pero los problemas de la sociedad están ahÃ, llueva, nieve o haga sol. Incluso el mal tiempo los agrava para quienes carecen de casi todo.
Por eso hoy querÃa dedicar esta reflexión de cada semana a esa solidaridad que parece que solo tenemos en Navidad. Porque, aunque el turrón se acabe en nuestras casas, no se acaban las necesidades de quienes menos tienen. Pensémoslo la próxima vez que cojamos subrepticiamente un trocito de esa pastilla de turrón que quedó olvidada en un cajón y que ya nadie saca a la mesa.
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