Juan Vicente Pérez Aras. / EPDA Alcanzamos ya los 60 días de confinamiento esperando la
reválida del Consejo de Sabios, para poder acceder al anhelado desescalamiento
de la Fase-1. Un carrera fratricida entre los diversos territorios que ha levantado
una intensa polvareda política, para regocijo de su muñidor monclovita, que
sigue marcando el paso de las turbadas almas hispanas. Un estado de confusión y
caos en el que Sánchez e Iglesias nos tienen sumidos con el engaño como
estrategia para mantener a todos, engañados todo el tiempo. Una nueva versión
del mito de Sísifo, el astuto griego que engañó a los propios Dioses, hasta que
éstos le impusieron un castigo ejemplar. Un castigo consistente en subir una
pesada piedra por la ladera de una montaña empinada. Y cuando estaba a punto de
alcanzar la cima, la roca volvía a caer al valle, para que él nuevamente
volviera a subirla. Así hasta la eternidad.
Un castigo parecido al que sufrimos los españoles que
padecemos el engaño continuo de esta izquierda que sigue tutelando nuestra
democracia. Una y otra vez caemos en sus celadas. Con González, la corrupción y
el despilfarro saquearon la hucha de la transición. Zapatero elevó la
cuadratura del círculo en su visión galáctica. No solo reventó las costuras del
espíritu del 78, sino que nos llevó al abismo económico. El 12/05/2010 se
certificaba en sede parlamentaria, con Sánchez en la bancada socialista, el
mayor recorte del gasto social de nuestra historia. Su alocada huida hacia
adelante, cortada por Obama &Cia para mitigar el desastre económico,
finiquitó su mandato. De aquellos rescoldos surgiría un nuevo actor político,
llenando las plazas para asaltar los cielos.
Tras diez años de sufrimiento (una ladera empinada con una
piedra a cuestas de los españoles, dejándonos sangre, sudor y lágrimas para
recuperar lo perdido) el nuevo Sísifo llegado a la Moncloa gracias a su manual
de resistencia ha vuelto a ofender a propios y extraños. Su gestión de la
crisis ha ido evolucionando desde la mordaza a la misma democracia para
alcanzar la dictadura constitucional, hasta la vuelta del vasallaje al señor de
la Moncloa de una población sometida al tutelaje del nuevo régimen populista.
La pesada carga de la recuperación se nos va de las manos y vuelve a rodar
pendiente abajo ante la estupefacción de aquellos que soportaron sobre sus
hombros el esfuerzo de volver a levantar España.
Los augurios no presagian nada bueno. La tormenta perfecta
está volviendo a formarse y, en medio, los sufridos pagadores que vuelven a ver
la roca otra vez a los pies de la montaña. Mientras la economía ha ido
perdiendo miles de millones y la sociedad miles de vidas, el nuevo régimen
monclovita despliega su estrategia victimista para engañar a Bruselas y a los
españoles. El rescate está servido, con sus temibles ajustes, mientras el
gobierno juega al mercadeo de votos aumentando la factura con rentas mínimas y
más sueldos públicos, a lo que se suman las pensiones, parados y los ERTE
(29.000 M€ en junio que veremos como se pagan). Déficit y deuda que lastran
nuestro futuro, mientras la economía real busca el oxígeno de la liquidez para
sobrevivir. Un desatino de anuncios de gastos sin control y sin un verdadero plan
de ajuste. Una política bolivariana contra nuestros sectores productivos que
olvida que sin empresas, sin autónomos, sin contribuyentes no hay gasto social
ni ayudas sociales que valgan.
El nuevo régimen ha instaurado un estado de agravio continuo.
Una subasta dirigida por Sánchez desde su búnker monclovita, jugando con las
CCAA, los municipios y lo que es peor, con los ciudadanos de este país llamado
España. Con las instituciones devaluadas, el pie encima de nuestra democracia y
la mordaza sobre el que discrepa, la sociedad española mira hacia abajo, allí
donde le espera la pesada carga que hay que volver a subir otra vez, mientras
el Sísifo monclovita les muestra la zanahoria envenenada desde la cima. Otra
hábil estratagema que viene a confirmar aquello que magistralmente advertía
Julián Marías. “España es un país formidable … el país más inteligible de
Europa, pero lo que pasa es que la gente se empeña en no entenderlo”. Un
triste dilema para este sufrido pueblo que necesita, como bien advertía Pablo
Casado, “Gobiernos que garanticen la responsabilidad económica para proteger
el bienestar y respeto al Estado de Derecho para no arriesgar la Libertad”.
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