Una joven circula en bicicleta. EFE La bicicleta, medio de transporte individual y que permite mantener las distancias, se revela como una posible alternativa tan sólida como barata en la sociedad posterior a la COVID-19, aunque el incremento de su uso requerirá conciencia política y social, inversiones, incentivos y coordinación entre Administraciones, según los expertos.
En declaraciones a EFE, el doctor en Antropología y responsable de la consultora de movilidad Ciclopié, Diego Ortega, explica que València experimenta un cambio progresivo que favorece el uso de la bicicleta con medidas de "urbanismo táctico" como el aplicado recientemente en la plaza del Ayuntamiento.
"Son iniciativas que no requieren una inversión excesiva pero que realmente modifican el espacio, aunque siguen existiendo otras grandes avenidas, como Pérez Galdós o Giorgeta, donde resulta muy complicado circular en bici".
En opinión de este experto, para que se produzca un cambio realmente intensivo en el uso de la bicicleta sería necesario abordar el problema de los aparcamientos de larga duración, porque muchos usuarios "renuncian" al uso cotidiano de la bicicleta por lo difícil que les resulta guardarla en su vivienda.
El 29,3 % de los hogares carece de bicicletas, el 39,2 % solo tiene una y en el 9,2 % no se usa la bici de forma cotidiana por miedo al robo, según datos del Plan de Movilidad Urbana Sostenible de València.
"Es decir, existe una cantidad enorme de usuarios potenciales que probablemente estén bloqueados por la falta de aparcamientos. No nos referimos a los de ‘u’ invertida, que hay muchas y que sirven de forma puntual, sino a infraestructuras en zonas comunes de bloques de vivienda, kioskos o locales habilitados específicamente para aparcamientos", señala.
Otro de los factores donde se hace necesaria más inversión es el fomento de la intermodalidad: que un usuario pueda montar su bicicleta de forma cómoda en un Cercanías -o aparcarla en la estación durante la noche- o en un autobús del área metropolitana.
"El aparcamiento es la infraestructura olvidada", a juicio de Diego Ortega, quien señala también la necesidad de "engrasar" la coordinación entre Administraciones para favorecer la conexión de carriles bici más allá de cada término municipal o el fomento de la educación vial.
Para Belén Calahorro, coordinadora de la Agencia Municipal de la Bicicleta de València, "tradicionalmente, tras cada crisis, sube el uso de la bicicleta, un medio barato y sencillo de usar. Y aunque la crisis actual no tenga precedentes, la bicicleta se nos revela como el medio idóneo para desplazarse dentro y fuera de la ciudad".
"Además de garantizar nuestra seguridad frente al contagio, la bicicleta tiene muchos impactos positivos sobre nuestra salud física y mental, y en la de los demás, al no contaminar. Esto, en una coyuntura como la actual, se ha hecho muy visible. Aunque no tengamos un medidor de decibelios, todos nos hemos dado cuenta de los beneficios de que haya menos coches circulando", explica.
"Cuanto más se usa la bicicleta más segura es la ciudad, incluso para los ciclistas. Hay estudios y ejemplos, como el de Copenhague que así lo confirman. A más uso, menos accidentes", añade Calahorro.
El optimismo, sin embargo, no es general en todo el sector. El artesano de Bicitaller Russafa, Tomás Mafé, explica: "El supuesto incremento de ventas que íbamos a tener no lo veo por ninguna parte. El primer impacto es un montón de gente paseando con sus bicicletas un poco como pollos sin cabeza y cada día más coches. Creo que no aprendemos".
Tampoco augura que la rebaja del IVA de las bicicletas al 10 % -una propuesta que lanzó recientemente el president de la Generalitat, Ximo Puig- vaya a ser decisiva: "No creo que el problema sea el precio de la bicicleta, y además no estamos para quitar impuestos, porque lo acabaremos pagando de una forma u otra".
"Usar o no la bicicleta es una cuestión de cultura, de cuidar el entorno y también de evitar, de penalizar, el uso del coche, que es lo que se debería hacer en grandes centros administrativos" como la Ciudad de la Justicia o el Complejo 9 d’Octubre, en opinión de este experimentado mecánico y cicloturista.
Las bicicletas eléctricas actuales "permiten recorrer muchos kilómetros sin sudar y llegar al trabajo descansado, salvo días que llueva o haga mucho viento. Hay que promover aparcamientos seguros. Valencia no es Berlín ni tiene esos patios interiores", declara.
"Me parece fenomenal que la gente viva en La Cañada (Paterna), en un entorno más amable, pero no puede ser que pretendan llegar al centro de València cada día en sus coches -lamenta-. Eso nos perjudica mucho a quienes vivimos en la ciudad".
A la espera de una revitalización del sector que Tomás Mafé pone en duda, varias pequeñas compañías de alquiler de bicicletas que florecieron en la ciudad espoleadas por el turismo de masas y los apartamentos de bajo coste están liquidando estos vehículos.
"Sinceramente, no espero ningún 'boom' de ventas. Quizá algunas reparaciones de bicis antiguas que la gente quiera volver o empezar a usar", concluye.
Jordi Ferrer
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