Germán Fabra La Participación ciudadana es la hermana pobre del municipalismo que a todos gusta sacar a pasear pero que enseguida devolvemos al internado.
Las Asociaciones vecinales vuelven a distanciarse de los Consejos de Distrito y con razón. Con la excusa de la Pandemia los Partidos políticos han vuelto a monopolizar la voz de los vecinos, convirtiendose en espacios de participación artificial e inútil.
Todo el trabajo realizado en la primera legislatura progresista después del desierto que supuso los gobiernos de la derecha en esta ciudad se está perdiendo, las vocalías vecinales que eran el instrumento necesario para abrir estos consejos ha pasado al olvido.
Los partidos políticos que componen el Ayuntamiento recelan de las propuestas vecinales tienen miedo a compartir el poder de decisión y todo lo quieren atado y bien atado.
En mi opinión parece que no les importe vivir en una burbuja de burocracia que ahoga cualquier intento de exijir rendición de cuentas o que profundice en la descentralización del Ayuntamiento.
Los presupuestos participativos fueron un buen principio que con mucha dificultad se empezó a introducir en nuestra querida ciudad, pero falta voluntad política para convertirlos en algo parecido a lo que se pretendía, falta mucha transparencia y mucha respuesta a las peticiones vecinales. Cuando un vecino quiere saber nuestra respuesta tiene que ser rápida, clara y sencilla
Llegará el momento en el que los vecinos volverán a decirnos en la cara que no les representamos y muchos no entenderán el porqué. Si no somos capaces de hacer que la Administración se parezca más a la vida de nuestros barrios, que no se centre solo en
la sustitución de farolas – sin quitarle importancia a este hecho- si no que sirva para hacer realmente políticas transformadoras y que permita a los Consejos reflexionar y debatir sobre cualquier propuesta vecinal irán poco a poco convirtiendose en un sin sentido, en reuniones cortesanas donde se habla pero nadie escucha.
Es evidente que los ciudadanos debemos ser participes de las decisiones y si no lo somos otros las toman en una dirección equivocada porque el interés ciudadano rara vez coincide con las estructuras rígidas de los partidos tradicionales.
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