Rocafort celebra la Semana de la Mujer y lo hace contando con la participación de asociaciones diversas para perfilar entre todos una oferta atractiva, plural y novedosa.
Sin el apoyo y el trabajo desinteresado de la Asociación de Amas de Casa, la Associació de Veïns i Veïnes, la Asociación cultural “La Pedrera”, la Agrupación Musical de Rocafort, el Club de Atletismo Rocafort Running, la Junta Local contra el Cáncer y la Asociación Republicanos de Rocafort, la organización y el desarrollo de actos tan variados y abiertos a todas las sensibilidades no hubiera sido posible. Porque los milagros existen solamente si se suman las voluntades de las personas que los hacen posibles.
Esta sociedad no puede prescindir del cincuenta por cien de su talento apartando o minusvalorando lo que las mujeres somos capaces de ofrecerle. Por eso seguimos defendiendo nuestros derechos frente a quienes siguen considerándonos raras, superfluas, incapaces o desvalidas.
En el siglo XIX se reconoció oficialmente que las mujeres también tenemos alma, -¡vaya por Dios!- y estuvimos casi 2.000 años viviendo en cuerpo, y sin alma, en el mismo mundo que los hombres.
Por negarnos el alma, nos arrebataron un tiempo precioso para crecer y para decidir por nosotras mismas en igualdad de condiciones que nuestros compañeros en la vida.
Una mujer olvidada por la historia oficial, Clara Campoamor (1888-1972), fue rescatada por un hombre, el periodista y escritor Isaías Lafuente. Ahora sabemos que aquella mujer logró por sí sola uno de nuestros derechos incuestionables: poder votar.
Pero mientras Campoamor luchaba públicamente por el derecho de todas, acompañada de algunos hombres que defendieron con valentía sus propuestas, miles y miles de mujeres lo hacían en silencio, atendiendo a su familia y construyendo la esperanza en un futuro mejor y más justo que ellas nunca pudieron llegar a disfrutar.
Todas y todos somos el fruto de aquel trabajo valiente y casi nunca reconocido; el legado de generaciones de mujeres silenciadas por el miedo, el reproche, la incomprensión y la injusticia.
Y hoy estamos aquí por ellas, por las que alcanzaron relevancia pública y por las que nunca tendrán la posibilidad de ver su nombre escrito en ninguna parte salvo en los corazones de quienes las conocieron y convivieron con ellas.
Lo mínimo que les debemos a todas ellas es la alegría de que hoy nosotras, todas, podemos ser lo que queremos ser gracias a su existencia.
Mi profundo agradecimiento a los hombres y a las mujeres que nos rescataron a todas del olvido, que nos recompensaron de tantas injusticias y que nos han ofrecido la visibilidad que nos ha convertido en personas libres.
Porque para nosotras la vida es una emoción que tenemos el derecho de compartir con ellos en igualdad de condiciones.
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