Pere Antoni. Una
retirada a tiempo es una virtud que ensalza a quien la realiza. Desde
antaño, los grandes dirigentes militares han sabido detectar el
momento en que era inútil el sacrificio de mantenerse en posición
de ataque. Igual ocurre cuando uno comprueba que su faceta de
liderazgo pierde fuelle dentro de la política.
Porque
hay políticos que se ofuscan para seguir en una posición en la que
claramente se detecta que están desplazados y merecen
el impulso del desplazamiento obligatorio, ya sea a sugerencia de su
partido o por imperativo legal como le ha pasado al ex-alcalde de
Canet Leandro Benito hace unos meses.
Sus
ansias de poder les traiciona, porque se aferran a los que en otras
ocasiones les fue favorable, y no admiten que su ciclo ha concluido,
que debe terminar. La cuestión es situarse ante el espejo y
discernir si es la hora en que uno suma o resta. Es el ser o no ser
de una existencia política.
Porque
son individuos con una necesidad permanente de tener relevancia
social. Una adicción al protagonismo, que muchas veces no es tanto
la recompensa sino el mantenimiento y el proceso. El mantenerse en el
puesto por encima de todo y de todos, pese a quien pese. Ya sea como
edil de su partido o escondidos frente a un portal virtual de opinión
unilateral, sí, de aquellos en los cuales puedes decir lo que
quieras, y nunca te lo podrán refutar, porque tienes bloqueado el
perfil para todo aquel ciudadano o interesado que quiera opinar sobre
aquello que estás criticando.
Ser
político y “vivir”
de la política no es lo mismo. Al igual que no es lo mismo tener
ética y dignidad o no tenerla. Es cuestión de decidir qué valores
te representan como persona, y por ende, como político.
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