Susana Gisbert. EPDA
Aunque pudiera parecer otra cosa, no
me he equivocado. No es Navidad, ni nos vamos a encontrara al tamborilero ni a
los peces en el río, aunque las cosas son tan raras que no me extrañaría.
Estamos en pleno verano, el calor no
deja lugar a dudas. Pero, si las cosas no cambian mucho, esta vez no habrá
Tractor amarillo, ni Pajaritos ni nada que se le parezca. No habrá orquestas ni
disco móvil invitando a hacer La Barbacoa,
a ir a El Chiringuito o a bailar el Bimbó con Georgie Dan, así que este año
no habrá quejas con eso de que El negro
no puede dormir.
Los temores se han hecho realidad y el
ocio ha acabado fastidiando al negocio. Acabaremos viendo como cierran
discotecas y locales de copas. Y ojo, que seguro que pagan justos por pecadores,
pero como con la salud no se juega, no va a quedar otra. A bailar en nuestra
casa si no queremos volver a reducir nuestra vida social a los balcones.
Como quiera que una es festivalera,
reconozco que echaré de menos, más que las discotecas, las verbenas. Me va a
resultar extraño no acostarme cada fin de semana con la cama retumbando al
ritmo de las canciones que otros disfrutan a unos cuantos metros. Nunca pensé
que habría de ver un verano sin verbenas. Pero tampoco pensé que nunca vería un
mes de marzo en Valencia sin Fallas, y aquí estamos.
Lo lamento mucho por todas esas
orquestas que esperaban el verano como el maná. A la tristeza de todo el mundo,
ellos añaden su ruina económica, un verdadero desastre. Ojala se encuentre la
forma de compensarles y ellos encuentren el modo de sobrevivir.
Vivimos tiempos difíciles. Y, por
fuerza, las noches bulliciosas de música y copas han de acabar convirtiéndose
en noches de paz, o poco menos. Así que, como no hay mal que por bien no venga,
podemos aprovechar para conocer mejor a quienes forman parte de nuestras vidas,
sean amigos o familia. Tal vez descubramos que tienen cosas interesantes que
decirnos, que hasta ahora habían quedado tapadas por los decibelios de cada
noche. Incluso podemos descubrir las cosas que queremos contar y de las que
nunca fuimos conscientes. O descubrir el valor del silencio, que no es poca
cosa.
Así que, aunque sea cursi y no estemos
en Navidad, hagamos que estas forzosas noches de paz sean, como dice el
villancico, noches de amor. Ya llegarán Los pajaritos el verano próximo.
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