Mónica Oltra. EPDA La mujer de las camisetas. La persona con la lengua más afilada y el discurso más incisivo y en parte ilusionante. La defensora de los desvalidos (y desvalidas), el azote de la corrupción y de Francisco Camps -los separo porque el Molt Honorable finalmente ha salido exculpado de todas las causas hasta la fecha-, la feminista y luchadora por los derechos LGTBI. Esto, más o menos, representaba la Mónica Oltra en los años previos a la llegada del Botànic -PSPV, Compromís y Unidas Podemos- al gobierno de la Generalitat Valenciana, allá por el año 2015. Oltra, clave para que Compromís llegara al Consell, al Ayuntamiento de Valencia, a la Diputación de Valencia y tantos y tantos Ayuntamientos, en definitiva, para que la coalición del antiguo Bloc Nacionalista, Iniciativa, Els Verds y algunos independientes como el gran alcalde de Alzira, tocara el cielo, esa Oltra es la misma que una década después está a punto de ser la culpable de la debacle de Compromís en buena parte de las instituciones donde toca (mucho) poder, especialmente les Corts Valencianes y el Consistorio del 'cap i casal'.
En la vida, una mentira se puede mantener durante un tiempo, pero no todo el tiempo. La incoherencia en política, especialmente en la izquierda, se acaba pagando caro. Cuando están en el poder, no se dan cuenta, pero llega un momento en que la parábola electoral comienza el descenso hasta acabar en caída libre. Es lo que le pasa a Oltra y, por consiguiente, a Compromís. Ya no hay quien pare la caída, que está por ver si termina en debacle. Si así fuera, Oltra sería la responsable del mayor éxito electoral del nacionalismo catalanista en la Comunitat Valenciana y también la culpable de la derrota. La mujer que cacareaba su entrega a las clases débiles, la lucha contra la corrupción, la que impuso al PP el listón de la dimisión cuando se abriera juicio oral, es la misma que presuntamente ha utilizado su cargo para tapar los abusos sexuales de su ex marido hacia una menor en el centro de menores Niño Jesús de Valencia. Presuntamente, digo, aunque las diligencias judiciales que pueden acabar con la vicepresidenta como imputada no dejan lugar a dudas de que su Conselleria no hizo lo que debía para cuidar a la menor y preservarla de un pervertido depravado, el ex marido de Oltra. Vergüenza, por cierto, escuchar a los cargos de su Conselleria al declarar en el juzgado.
Su actitud en este caso distó muchísimo de la actitud beligerante y soez que demostró Oltra respecto al centro de Segorbe al que atacó sin pudor alguno la vicepresidenta, aludiendo a la 'comida de pollas', literalmente.
El problema es que ahora Oltra, pase lo que pase, ha decidido incumplir sus promesas respecto a las imputaciones y que su (mala) suerte va irremediablemente ligada a la de Compromís, una coalición que acabará pagando el exceso de protagonismo de Oltra cuando ésta caiga a los infiernos.
Así las cosas, el futuro del gobierno del Botànic peligra a partir de las elecciones autonómicas del 2023. Si Compromís cae mucho y Unidas Podemos apenas se mantiene o desaparece, el PSPV-PSOE tendrá casi imposible mantenerse en el poder. Carlos Mazón, líder del PP valenciano, está a un paso de llegar a la Generalitat Valenciana, con Vox dentro del gobierno autonómico, siguiendo los pasos de sus compañeros de Castilla y León. Un año es una eternidad, eso sí, y todo es posible. Incluso que entren partidos nuevos a poner un poco de orden entre los dos polo ideológicos.
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