La mar de tranquilos. Vicent. J. García Nebot Hermanos: Los españoles, y en particular los mediterráneos, somos muy de turismo de sol y playa. Por eso, las nuevas medidas para las vacaciones de verano por el COVID-19 se nos hacen tan cuesta arriba.
Nunca había visto los paseos marítimos tan llenos como ahora. Lo cual está muy bien, sobretodo para el sector de la restauración que lo está pasando tan mal. Pero la proximidad en las zonas de ocio puede complicar bastante las cosas.
De hecho, los mayores brotes pueden producirse en estos ambientes donde nos relajamos y bajamos la guardia por estar al aire libre. Poder quitarse la mascarilla para tomar el sol en la playa o bañarse en la piscina no significa que el virus se haya esfumado. Y es lógico que, después de meses de libertad limitada, exista una atracción mayor que la que había antes incluso.
Personas que podrían haber pasado años sin ir de vacaciones y no notar la necesidad de hacerlo, ahora piensan que es el mejor momento para hacerlo. Posiblemente sea por el efecto de lo prohibido y por el carácter rebelde que tenemos.
¿Que nos han prohibido viajar durante meses? Pues ahora se van a enterar. A montar unas vacaciones cuanto antes, con muchas excursiones y visitar los locales de ocio nocturno más abarrotados.
Este tipo de brotes son los que van a provocar una segunda ola más fuerte y temprana de lo que se esperaba. Al principio, cuando aún existía un poco de miedo, podía controlarse en familias o grupos de amigos. El problema es la fase dos, cuando ya nos sentimos más confiados y abrimos el circulo de amistades: cuando el amigo de tu amigo se ha juntado con el otro amigo.
Por eso, mejor si en las vacaciones y el tiempo de ocio no bajamos la guardia y seguimos cumpliendo todas las medidas de seguridad por más confianza que tengamos de que nuestro amigo del alma no puede tener el virus. Puede que no, pero puede que sí.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia