Stephane Soriano. / EPDA Nunca nadie hubiera imaginado
brindando por el 2020 que íbamos a estar inmersos a finales de febrero en una
pandemia cuyas consecuencias devastadoras quedan aún por determinar.
Mientras nos preparábamos para
iniciar la semana grande valenciana, las Fallas, redoblaban tambores de
confinamiento y medidas drásticas.
La gestión de como se ha tratado
y coordinado esta crisis es punto y aparte. Tiempo habrá, de pedir
responsabilidades a los que incluso ahora, abrazan al brazo político de la
banda terrorista ETA para amarrar un puñado de votos y sobretodo, los sillones
de Moncloa.
Los ayuntamientos mientras,
asistimos perplejos a la descoordinación autonómica y nacional. Fuimos los
primeros en ponernos en marcha y seguimos siendo los primeros en intentar,
dentro de nuestro ámbito competencial, tomar medidas para relanzar el comercio
local de nuestros municipios, ayudar a las familias y apuntalar la atención
social para que nadie se quede atrás por el COVID-19.
Es la hora de la verdad. Es la
hora de saber si aquellos que tantas veces hicieron de sus lemas camisetas, de
las pancartas una razón para lanzarse a las calles, están ahora al lado de las
personas y de quiénes peor lo van a pasar.
El municipalismo tiene
importantes retos de presente, pero por encima de todo, de futuro. Hemos
demostrado que la gestión más próxima ha resultado ser más eficaz que los
sermones televisivos al más puro estilo de Nicolás Maduro y que ante la
adversidad, somos capaces de canalizar mucho mejor la colaboración ciudadana y
la atención social.
Hemos sabido reinventarnos con
medidas diferentes, pero con resultados que llaman a la esperanza. Cada
municipio, con sus gobiernos dispares, han demostrado que no necesitan ser 350
diputados nacionales, 265 senadores ni 99 diputados autonómicos en hemiciclos
para ponerse de acuerdo en cosas básicas como ayudar, tender la mano y remar
todos en la misma dirección.
Tal vez sea hora ya de alzar la
voz, de plantear cuantas reformas sean necesarias para poner en valor el municipalismo
como eje de la política española y también, de tomar medidas de impulso para
las administraciones locales.
Ya lo decía Bertolt Brecht,
“Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a
decir la verdad”. Comencemos pues, es
hora de la verdad.
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