Javi González. EPDA Vivimos en una sociedad de extremos. O eres de derechas o de izquierdas, gay o hetero, taurino o animalista; nos olvidamos que también hay escala de grises.
Un venenoso cóctel de inmadurez y relativismo nos está adormeciendo y estamos dejando la puerta abierta a fenómenos como el animalismo, una moda peligrosa. Uno de tantos “ismos” que se convierten en abismos que dividen a la sociedad. El algoritmo “divide et impera” (divide y vencerás) es una frase que se le atribuye al dictador y emperador romano Julio César y que empleaba como estrategia para mantener todo bajo su control. En la política moderna, Compromís abandera esta técnica, y los toros vuelven a ser munición de guerra política contra el rival.
Compromís y sus reclutas han dejado patente en más de una ocasión su desprecio absoluto por la cultura y tradición valenciana, no tienen ningún reparo en censurar, desdeñar y destruir nuestra cultura, la de todos los valencianos, pero ahora su aversión ya ha rebasado límites que nunca se debieron extralimitar: de las palabras, a la acción; de la amenaza a la agresión. La última, la protagonizada por Mireia Mollà, Consellera de Agricultura – de Compromís-, que ha embestido con ímpetu a la fiesta de los bous al carrer al excluir las ayudas a las ganaderías de toros bravos. Por puro sectarismo ideológico no le atañe dejar morir de hambre a las casi un centenar de ganaderías valencianas. O, lo que es lo mismo, a 9500 reses. Tampoco le importa ni a ella ni a su partido perder un patrimonio, legado y fortuna única como es nuestra raza autóctona, nuestra gran riqueza cultural. Les resbala los motivos económicos, ecológicos, de despoblación, de tradición o la gran pérdida desde el punto de vista genético. Menos aún les importa las personas, las numerosas familias que viven de ello y cuyos ingresos son única y exclusivamente de lo percibido por su trabajo en los festejos de bous al carrer. Han pasado del “me gusta” y “no me gusta” a dejarlos morir. Este es el nuevo pseudoanimalismo, el que inficiona las instituciones valencianas. Son las consecuencias de vivir en un mundo lleno de pseudoecologistas de despacho que no han conocido jamás una ganadería, ni un monte. Son políticos pusilánimes que no se atreven a verbalizar en público la palabra “prohibir”, pero, como Julio César, tienen una estrategia: apretar más y más el cinturón hasta que la soga alcance el cuello. Muerto el Rey -el toro-, muerta la Fiesta. Que no oiga hablar a Compromís nunca más de ser el partido de los valencianos, ni de animalismo; más humanismo es lo que necesitan. Acta non verba.
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