Qué importante es la educación, y bien lo sabían autores tales como Aristóteles o Rousseau. Kant, a su vez, afirmaba que "el hombre no es más que lo que la educación hace de él". Y aunque lo que trataremos en estas líneas va más allá de la educación, nuestro momento actuar nos lleva a sentar unas bases comunes, unas bases en torno a la importancia de la docencia para crear una sociedad sensata, justa, igualitaria y moderna.
El progreso camina de forma paralela al alcance educativo en la ciudadanía. Este hecho conlleva la adquisición no solo de conocimiento y formación, sino que además aprendemos aquellos valores que nos definen como individuos que convivimos unidos en un territorio. Por tanto, esta serie de valores que se interiorizan desde una edad temprana constituyen el sustento necesario para que no regresen formas de discriminación que deberíamos tener totalmente rechazadas.
El machismo forma parte de una falta de educación, la xenofobia forma parte de una falta de educación, el racismo forma parte de una falta de educación, la homofobia forma parte de una mala educación, y así sucesivamente con todas aquellas formas de intimidación y de intolerancia que chocan con unos valores que componen el progreso común.
No nos sorprende que la ultraderecha busque controlar el aprendizaje en las aulas, ya que si representan el retroceso sociocultural es lógico que su política educativa reaccionaria venga de la mano de linchamientos públicos contra las minorías.
El ser humano evoluciona con el paso de los años, y con él su forma de comprender el mundo. Debemos considerar además, que hay valores que no se pueden vincular a la democracia. Por mucho que algunos insistan, y por mucho que los mismos hablen de “verdades ineludibles”, lo cierto es que estas conductas intolerantes son propias de un sistema fascista, y no de una democracia plena.
El famoso pin parental es una muestra de ello, y ha sido fuertemente criticado por un amplio sector de la sociedad, que asume que la convivencia, la tolerancia, y el respeto sí que son valores necesarios para los jóvenes.
Al fin y al cabo, las conductas que realizan los jóvenes son reflejos de sus mayores. Lo vemos no solo en las aulas con el bullying, si no también en las relaciones amorosas, con jóvenes que controlan las redes sociales de sus parejas, vigilan sus conexiones, sus amistades, sus interacciones, etc. Y lo vemos además en el deporte, que pese a tener unos valores claramente marcados de compañerismo, y de respeto al rival y al equipo, hemos sido testigos de conductas violentas de jóvenes en los estadios, dónde algunos progenitores consideran que su frustración la debe de pagar alguien que se encuentre en ese momento en la escena, ya sea el árbitro, el rival o el propio equipo. Entonces, ¿De qué manera va a resolver un conflicto cualquier joven si su principal referente recurre a la violencia verbal o física?