La ciudad de Sagunt dedica una plaza al sacerdote don Vicente Gil Tamarit. Tamarit despierta su
vocación sacerdotal e inicia sus estudios en el Seminario de Moncada
terminando su formación en el Colegio de la Presentación y Santo Tomás
de Villanueva, donde su influencia marcará el rumbo de su apostolado.
Su
gran inquietud intelectual y su mente despierta hacen de don Vicente un
hombre parco en palabras pero de gran profundidad teológica. Destaca su
elocuencia, sabe a quién dirigirse y cómo dirigirse. Su erudición, su
saber estar y su prudencia son algunos de sus talentos reconocidos y
valorados, hasta el punto de que le fueron confiados cargos de gran
responsabilidad.
Su fe en Jesús de Nazareth y
su fidelidad a Dios fueron constantes en su vida, así fue compañero de
sus compañeros seminaristas, siendo ya sacerdote animaba a los
seminaristas a fomentar su vocación, compartió sus experiencias y
sabiduría con los vicarios y sacerdotes. En su etapa de Vicario
Episcopal (1981-1996) estuvo siempre al lado de los sacerdotes de las
Parroquias que pertenecían a su Vicaría, apoyándoles en los momentos de
dificultad. Estuvo al tanto del bienestar de sus hermanos sacerdotes
cuando ya se iban haciendo mayores o su salud ya no les permitía seguir
ejerciendo el ministerio sacerdotal dignamente. Así fue don Vicente
hasta el final.
Su entrega al prójimo fue encomiable. 24 horas 365 días al año, nunca había tiempo para vacaciones, siempre había algo que hacer. Una entrega que se vio fortalecida por su fe en Jesús de Nazareth y su devoción a la Virgen María.
Como
sacerdote conocía a su feligresía y su feligresía le conocía a él,
tanto en Ontinyent como en Sagunt. A pesar de su “gran timidez”,
reconocida por él, su cercanía y su sentido del humor fueron patentes en
momentos inolvidables de su vida, a su lado la tristeza no tenía lugar.
No
sólo puso especial atención en transmitir el mensaje de salvación de
Cristo sino que extraía de los documentos de la Santa Sede lo esencial
para que todos fueran conocedores del pensamiento del Papa. Sus palabras
fueron siempre muy meditadas, fruto de muchas horas de estudio, de
reflexiones y de oración, haciendo así de don Vicente un gran orador.Pero
él no sólo quiso que sus palabras llegaran a cuantos le rodeaban, quiso
ir más allá, quiso también ser escuchado por cualquier persona
independientemente de su ideología, raza, religión, etc…
Y
al igual que ser escuchado escuchar, ponerse en la piel del prójimo,
preocuparse y ocuparse. Aquí se aprecia claramente la influencia de
Santo Tomás: su entrega era fruto de su amor a los pobres por Jesús(“…en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos, a mí lo hicisteis”.Mt. 25,40)
Consciente
de que “Dios es Amor y nos dirige hacia Él”, don Vicente nos revela con
su apostolado un modo nuevo de ver la vida desde la fe,“viendo
en Cristo Crucificado y Resucitado la respuesta a nuestros problemas,
necesidades, interrogantes y la plenitud de nuestras aspiraciones” y
poder así seguir teniendo “motivos para vivir, amar, sufrir y esperar” dando lo mejor de nosotros mismos a los demás: “siempre se puede amar más y mejor”,decía.
De todo esto don Vicente dio testimonio a cuantos se acercaron a él buscando la fe, comprensión,…
¿Y por qué la Ciudad de Sagunt le dedica una plaza?
Cada uno tendrá su motivo personal pues son muchos años de vivencias compartidas con don Vicente yeso
queda en el corazón de quien lo ha vivido. Otros al ver el nombre de
don Vicente (sacerdote) en una plaza tan emblemática recordarán las
palabras de Santo
Tomás de Villanueva: “el Sacerdote debe ser espejo en el que todos se
miren, ejemplar que todos imiten y norma que todos sigan”. En
definitiva, la ciudad de Sagunt deja patente con este gesto que no
quiere que la huella que don Vicente dejó en los saguntinos se borre
jamás. Una huella profunda de quien quiso ser sólo de Dios y lo vivió
todo para Dios.
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