Secretaria de organización de Ciudadanos en la Comunitat Valenciana Los llamados "indultos del procés" están suponiendo la máxima expresión de lo que supone en negativo la época de Pedro Sánchez para España y los españoles. Este presidente, autodenominado republicano, realmente se ha coronado a sí mismo como un reyezuelo de un país muy pequeño cuya extensión no va más allá del metro cuadrado de su propio sillón presidencial. Pedro Sánchez camina por el Gobierno de España portando bajo el brazo un catálogo extenso de las peores prácticas políticas desde tiempos inmemoriales y se comporta como un imitador de comportamientos propios de algunos históricamente conocidos sátrapas de Oriente y de otros dictadores de América de Sur. El proceder público de Sánchez navega entre las mentiras patológicas de Maduro, el apego extremo al poder de Bashar al-Ásad o la familia Castro y el narcisismo de Muamar el Gadafi.
Del extenso catálogo de prácticas funestas de Sánchez, una de sus favoritas es la mentira. Sánchez lleva el mentir a términos extremos, incluso poniendo este comportamiento frente al espejo de su propia hemeroteca. En el asunto de los indultos, en 2014 Pedro Sánchez cuestionaba públicamente el sentido de que los políticos indultasen a otros políticos. En 2019, el propio Pedro Sánchez volvía a arremeter varias veces en contra de los indultos, pidiendo el acatamiento de las resoluciones judiciales y su independencia, así como el complimiento íntegro de las condenas. Sánchez mintió con los indultos del mismo modo que su entorno inmediato lo hizo cuando hace unos días tipificaba como "cumbre" un asalto a pasillo de veintiséis pasos y menos de cincuenta segundos al presidente de los Estados Unidos, que apenas se dignó en mirarle a la cara mientras Sánchez le balbuceaba unas palabras. Este hecho ha contribuido a hundir todavía más la imagen de España en la esfera internacional.
En una etapa donde los españoles están demostrando plena desconfianza en la gestión de Sánchez de la crisis sanitaria, económica y social que nos azota, así como del resto de aspectos del gobierno del país, como la tarifa eléctrica, el precio de los combustibles o la cada vez mayor carga impositiva, éste se apoya en los indultos como una última bala para aferrarse a su sillón de la Moncloa. Sánchez pretende indultar a unos golpistas que insultan a España solo para sacar un supuesto rendimiento electoral presente y futuro. Desde Ciudadanos ya advertimos a Sánchez de que ubicar su silla de mando en la cumbre de una torre de Babel política cuyos pilares eran partidos independentistas o filo-terroristas iba a traer consecuencias funestas para España y los españoles. El tiempo nos ha dado la razón y la sociedad civil así lo ha manifestado mediante concentraciones el viernes 11 de junio en muchas ciudades del país y en Madrid el 13 de junio.
El denominado "juicio del procés" concluyó con condenas firmes por delitos de sedición, unido en algunos casos a un delito de malversación sobre muchos cargos políticos de Cataluña y cabecillas de movimientos de agitación y señalamiento social como "los Jordis". Son delitos muy graves que no pueden ser enterrados con indultos políticos. Se trata de delincuentes juzgados que no muestran el más mínimo arrepentimiento o rechazo, e incluso hablan de repetir y reiterar ese comportamiento. Las consecuencias de estos hechos delictivos contumaces juzgados no pueden ser borradas de un plumazo sólo porque a Sánchez le interese venderse ahora como un supuesto "hombre de concordia".
El término "maquiavélico" se emplea para definir aquellas acciones o actitudes de astucia, engaño y doblez que algunas personas usan con el único propósito o fin de obtener algo para sí mismos, sin que por ello importen los medios empleados para alcanzar ese objetivo. La última aparente conversión de Sánchez en un supuesto hombre de concordia y diálogo es una maniobra claramente encasillada en esta definición. En el fondo, Sánchez pretende abrir más vías de relación subterránea con el nuevo ejecutivo independentista Catalán, defensor de la vía unilateral. Con esta maniobra de Sánchez, lo que está en juego es la venta de España al independentismo, así como de las garantías del Estado de Derecho tal como las conocemos y apreciamos. Los comportamientos de Pedro Sánchez son un peligro para el orden constitucional de nuestro país y para los derechos y libertades de todos los ciudadanos y muy especialmente para los de Cataluña, donde se va a volver a agitar la convivencia. Las manos de Sánchez, en el asunto de los indultos están manchadas de la iniquidad, de la infamia y de la mentira en su propio beneficio.
Nadie puede creer que Oriol Junqueras en el fondo se arrepienta o haya sido objeto de una inspiración constitucionalista, pues en octubre de 2019, en referencia a la figura del indulto, en una entrevista decía que "se lo pueden meter donde les quepa". Los separatistas solo conocen un plan, que es forzar al Estado de Derecho a capitular ante su desafío y su sostenimiento en el tiempo. Esto lleva a la inviabilidad democrática de indulto o beneficio alguno. Sánchez lo sabe, pero prefiere vivir cómodamente entre sus mentiras como un Maquiavelo cualquiera, con el único fin de conservar el poder a toda costa.
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