El
10 de marzo de 2020 va a quedar en los anales de la historia de
Valencia, especialmente para falleros y falleras. Y es que desde la
Guerra Civil nunca se había suspendido nuestra fiesta, ni creíamos
que viviéramos algo así nunca.
En
esos momentos me acordé mucho de las falleras mayores de cada falla,
así como de sus presidentes infantiles y demás representantes. Era
su año, el año para el que venían esperando, en algunos casos,
durante mucho tiempo, casi una vida, y de pronto parecía deshacerse
como el polvo entre sus dedos. Confieso que mi primer pensamiento fue
el de agradecer al destino que no fuera el año de ninguna de mis
hijas, ni tampoco el fui mantenedora de la fallera mayor de Valencia,
el 2017. Pero pronto reaccioné de mi egoísmo –comprensible, pero
egoísmo- y utilicé la empatía para ponerme en su piel. Un
verdadero drama.
Pero,
como dice mi madre, las cosas siempre pasan por algo, y pronto
descubrí una lección de vida y de valencianía en la reacción de
algunas de ellas. Superado el disgusto inicial, inevitable sin duda,
una de las falleras mayores de la Agrupación de Ruzafa exhortaba a
sus compañeras a tomar las cosas como se deben tomar, como una
oportunidad para dar la talla y demostrar que, por el contrario de lo
que algunos dicen, ser fallera mayor es mucho más que ejercer de
florero en la fiesta.
Invitaba
esta mujer, y secundaban sus compañeras –una de los cuales nos lo
hacía llegar al resto de falleras de su falla en el chat que
compartimos- a ser las que condujeran el carro del ánimo y el
trabajo. Hablaba de estar más allá de la autocompasión y el
lamento para apoyar a los niños y niñas a sobrellevar el trance, y
abanderar la esperanza de conseguir en breve tener una fiesta tan
hermosa e incluso mejor que la prevista. Hablaba de fomentar la
solidaridad y el civismo que tan importante es en estos días, en
lugar de hundirse en la pena y el desánimo.
Me
pareció maravillosa esa forma de reinventar la figura de la fallera
mayor –si es que no estaba ya inventada- como una lideresa que
conduce a su comisión al lugar correcto. En realidad, el verdadero
espíritu de las fallas, el de renacer como el Ave Fénix
Gracias
por esta lección. Y, si es cierto que nada será igual para las
falleras mayores del 2020, nada impide que no vaya a ser mejor.
Susana Gisbert. EPDA
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