José María Llanos
Me encuentro en casa,
trabajando, cumpliendo la cuarentena decretada, tarde y mal pero por fin, por
el Gobierno. Algunos, aunque no presentamos síntomas, ya nos hemos recluido
hace una semana, por el hecho de haber asistido a Vistalegre. Es posible que no
fuera recomendable celebrar ese evento (VOX pidió información de la situación y
no se le dio; y llevaba semanas preguntando al gobierno -hasta 38 preguntas en
el Congreso-), pero lo cierto es que hubo conciertos masivos, partidos de
fútbol, y sobre todo, manifestaciones del 8M por toda España, con cientos de
miles de personas en las calles, y también en los metros, en los autobuses
públicos, en los taxis, en los bares y restaurantes, etc. El 8M se tenía que
celebrar por encima de todo.
Cuando pase esta crisis
sanitaria -y económica- en España, hablaremos de culpables, de responsables, o
mejor, de irresponsables; pero ahora sí quiero hacer unas pequeñas reflexiones,
porque a veces la memoria tiende a olvidar las cosas malas, en un instinto muy
humano de supervivencia, y de recordar sólo lo positivo.
España es una gran
nación, y eso se demuestra todos los días, pero sobre todo en momentos como el
presente, en el que todos a una -desde la cuarentena, desde el aislamiento-,
estamos sobrellevando con gran dignidad y cada día con más solidaridad, una
situación grave sobrevenida, para la que nadie nunca está suficientemente
preparado. Pero esta gran nación, por desgracia, no tiene grandes gobernantes,
y eso a la larga y en época de crisis total, es muy peligroso. Durante semanas
tuvimos que soportar en todos los medios de comunicación, la consigna de la
izquierda más radical y relativista (acompañada por la derecha blanda del PP y
los “no se sabe adónde vamos” de Ciudadanos), de levantar la bandera del
feminismo; todos querían ser más igualitarios que los demás, aunque todo esto
conllevara la criminalización de una parte de la sociedad, los varones. Se
repartían medallas de feministas, de “defensores del género”, de “guays”. Y
para ello no escatimaron declaraciones tales como “el machismo mata más mujeres
que el coronavirus”, o lindezas por el estilo, desafiando la razón y echándose
a nuestras calles a “forzar” una tendencia, una forma de pensar sectaria,
ideológica, revanchista, “matona”, y que fulmina la presunción de inocencia,
criminalizando a los hombres (y los niños varones), por el hecho de haber
nacido. Cantinelas como “el violador eres tú” se repetían hasta la saciedad, y
se ensayaban “actuaciones”, nada menos que en las Instituciones, como en las
Cortes Valencianas. Y se estigmatizaba, se criticaba, se insultaba, se zahería,
a quienes no entrábamos en ese juego.
Hoy, 17 de marzo (pero ya
desde hace unos días) NO se oye nada de feminismo, no se oye nada de las
“magníficas y multitudinarias” manifestaciones del 8M, no se oye nada de los
“machos”, que son malos por ser varones. Hoy ninguna feminista radical se
atreve a desafiar al coronavirus, y decir que por encima de todo -DE TODO-,
había que ir a las manifestaciones, fomentadas y jaleadas por la izquierda de
este país, que ocupa los sillones del gobierno. Incluso en sus comparecencias,
a Pedro Sánchez -máximo responsable, por irresponsable, de lo que está
sucediendo, y de lo que está por venir- se le olvidó en bastantes ocasiones
hablar de afectados y afectadas, de contagiados y contagiadas, de enfermos y
enfermas, de ciudadanos y ciudadanas, de fallecidos y fallecidas. Hoy ya no;
hoy ya no vale; pero es que hoy ya no se puede jugar.
Pues si esta es la
catadura moral de nuestros gobernantes -unos por irresponsables y otros porque
quieren aprovechar esta situación para convertirnos en la Venezuela más
totalitaria-, los españoles tendremos que pensarnos bien, pero muy bien, si
seguimos “pasando”, si seguimos “dejando hacer”, si seguimos “confiando” en una
política tan inmoral, y tan sectaria.
La suerte, la única
suerte que tiene este gobierno irresponsable, es que los españoles somos un
gran pueblo, somos una gran nación, somos descendientes de quienes hicieron
grande la civilización occidental, y eso está en nuestro ADN; no el machismo,
no la maldad (que no conoce sexos), sino la solidaridad, la hermandad, la
fortaleza de ánimo y de espíritu. Y por eso saldremos de esta gravísima crisis,
como lo hemos hecho en otras ocasiones ante crisis parecidas. No será el
gobierno el que solucione el problema (aunque tenga que tomar medidas, y muchas
más por su letargo e irresponsabilidad pasada); serán y son nuestros médicos,
enfermeros, celadores, conductores de ambulancia, todo el personal sanitario
profesional y voluntarios, emergencias, transportistas, supermercados, y
nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, quienes a pesar de las
carencias con que se encuentran, de las dificultades y faltas de abastecimiento
de lo indispensable (hay hospitales que hacen un llamamiento a los ciudadanos y
empresas para conseguir lo mínimo, como mascarillas y guantes), se están
jugando su salud y su vida para cuidarnos, para protegernos, para curarnos.
Ellos, junto a las familias, como núcleo esencial de nuestra sociedad, son los
grandes protagonistas, son nuestros Ángeles de la Guarda, porque nos asisten, y
resisten firmemente ante este virus que nos acecha.
Vaya para todos vosotros
mi agradecimiento de corazón; ¡Dios os bendiga!
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