El ucraniano Dmytro Demydov es un virtuoso del violín que formaba parte de una prestigiosa sinfónica de San Petersburgo (Rusia) hasta que la inesperada invasión de Vladimir Putin le obligó a salir precipitadamente en un coche para, un año después, ser uno más en la orquesta alicantina ADDA Simfònica, donde toca como músico invitado.EFE/ Morell Durante ocho años,
Demydov participó en una de las principales sinfónicas rusas y mundiales: la
orquesta Mariinski de San Petersburgo dirigida por el afamado Valeri Guérgiev,
y se enteró de la invasión de las tropas rusas en plena noche cuando regresaba
junto a sus compañeros desde Moscú tras una actuación.
Igual que el resto de
músicos, 'Dima', como le llaman familiarmente en Alicante, entró en
"shock" y esa noche no pudo dormir imaginando "qué podía
pasar" en general y a él en particular, por ser un ucraniano en suelo
ruso.
"No tardé mucho
en entender que, desgraciadamente, me tendría que marchar de Rusia por ser
ucraniano. El conflicto no era mi culpa, pero tenía miedo a que me pudiera
pasar algo y empecé a dar vueltas a la cabeza sobre cómo abandonar San
Petersburgo sin perder todo", relata a EFE Demydov cuando se cumple un año
de su huida por carretera a través de la frontera con Finlandia.
El violinista y sus
compañeros tenían programado horas después (la noche del 24 de febrero) un
concierto en el Mariinski con la colaboración del director del ADDA Simfònica,
Josep Vicent, y en el mismo escenario no dudó en pedir ayuda a éste, quien le
ofreció mediar a su favor si viajaba hasta la lejana Alicante.
AYUDA POR EL PELIGRO
QUE CORRÍA
Con la Mariinsky,
'Dima' había viajado por medio mundo, incluida España en ciudades como Madrid,
Barcelona y también Alicante, donde ya conocía el auditorio sede de ADDA Simfònica
en una gira que le sirvió para trabar amistad con Josep Vicent y algunos de sus
músicos.
"Josep Vicent me
tendió la mano y me propuso venir a Alicante", recuerda emocionado el
violinista, de 36 años y nacido en Moscú, aunque es ucraniano porque creció en
este país.
"Pase lo que pase
en el futuro", siempre estará agradecido a España por la oportunidad que
le ha brindado para vivir en buenas condiciones trabajando en lo que le gusta.
Con sus padres en
Italia y su hermano ya devuelta a Kiev, Demydov echa de menos a sus amigos y
compañeros de San Petersburgo, donde guarda buenos recuerdos porque la
Mariinski le permitió conocer muchos países "y tocar en las mejores
salas".
Asegura que sigue en
contacto con otros músicos que siguen en la ciudad rusa y otros que, como él,
se vieron abocados a abandonar. Y, aunque no tiene un plan de futuro decidido,
cree que en Alicante le queda aún "mucho camino para crecer como músico y
como persona".
En esta ciudad de la
Comunidad Valenciana de momento ha alcanzado la felicidad, tras un año en el
que ha descubierto "cosas que nunca había visto antes", como las
fiestas de las Hogueras o las celebraciones locales, de las que destaca que
"hay mucha música".
DIÁSPORA DE ARTISTAS A
UNA NUEVA VIDA
El conflicto de Putin
ha hecho que, además de un buen número de ucranianos, "muchos rusos hayan
tenido que irse" en una diáspora de la que Demydov se siente
"orgulloso al ver a personas supervalientes que han sabido iniciar una
nueva vida desde cero".
Con los ojos de un
ciudadano del este de Europa, opina que los españoles deberían ser "muy
felices por lo que tienen", por ejemplo por "el Sol y el
Mediterráneo, que alegran mucho". "Vivir al lado del mar es un
lujo", apostilla.
"A lo mejor la
gente de aquí no lo ve, pero para nosotros que venimos de muy lejos, es muy
agradable y "da mucha felicidad personal".
El día a día del
violinista ucraniano empieza en el Hogar Provincial, donde reside desde que
llegó a finales de febrero de 2022 y donde cuenta con "una habitación
confortable para estar tranquilo y dormir". La jornada continúa en el
Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) con un trabajo que le permite
afrontar sus gastos.
"Tengo que dar
las gracias no solo a Josep Vicent, cuando me dio la mano con la posibilidad de
venir, sino a los españoles porque este país ha sido uno de los más acogedores
con los ucranianos", repite el violinista, quien disfruta "de la
comida y de la gente" y a quien lo único que le falta es el castellano,
pero está "en ello".
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