El
Partido Popular de la Comunitat Valenciana (PPCV) cambia de líder. Que
la "digitalidad" de los cambios en los grandes partidos -Madrid señala a
"su" candidato y la práctica totalidad de la militancia corre agitada
al rendezvous para hacerse el selfie con el ungido- sea un clamoroso
hachazo a la democracia interna no es asunto mío.
Pero
sí lo es, desde mi convicción y veteranía valencianista, que de nuevo
el Partido Popular, ahora por boca de Carlos Mazón, y secundado por
María José Catalá, recurra al alegato valencianista para recuperar
electores y posiciones de gobierno en ayuntamientos, diputaciones y
Generalitat. Y lo es porque creo firmemente que el PPCV carece de
legitimidad política y moral para hacerlo.
Porque no se puede estar en misa y repicando. Verán:
desde los años noventa hasta hoy, el Partido Popular valenciano se ha
dedicado a nadar entre dos aguas: discursivamente, a recurrir al
argumento valencianista, y, de facto, a contentar los caprichos y
demandas del pancatalanismo, y de su matriz nacional.
El PPCV y el pancatalanismo
El
presidente Zaplana, González Pons y Francisco Camps, se dedicaron
durante años a ondear la Real Senyera al viento y a manifestar su gran
valencianía mientras masticaban y digerían los restos de Unió Valenciana
y nos colaban una academia lingüística negociada por Pujol y Aznar cuyo
dictamen fundacional dice que los valencianos hablamos catalán. Y para
rematar su buen trabajo "valencianista", la blindan estatutariamente en
2006 con el apoyo del PSPV-PSOE, un contrafuero del que alguien tal vez
algún día alguien rinda cuentas ante la justicia (o así debería ser en
mi humilde opinión).
Miren
la evolución, durante sus veinte años de gobierno autonómico, de la
política lingüística desplegada por los sucesivos consellers del ramo,
tras ganar las elecciones autonómicas de 1995 prometiendo sacar el
catalán de las aulas, un catalán que había impuesto el PSPV con la LUEV
en 1983. No solo no se derogó la LUEV, y el catalán en las aulas siguió
su avance -con la consiguiente descarga ideológica que ello conlleva-,
sino que se implementó un sistema de líneas de inmersión en catalán y se
imposibilitó de modo real la posibilidad de optar por la alternativa en
castellano en la práctica totalidad de poblaciones y comarcas
valencianoparlantes.
Mientras
tanto, el PP era "el partido más valencianista", pero las diputaciones
-aún ocurre en Alicante- bajo su gobierno otorgaban subvenciones y
premios valorados en cientos de miles de euros cada año a la producción
literaria, poética, teatral o musical en catalán normativo (bajo la
falsa denominación de "valenciano"), los ayuntamientos se llenaban de
"oficinas de normalización lingüística", y los municipios de las tres
provincias bajo alcaldía popular acogían año tras año trobades de Escola
Valenciana, correllengües de Acció Cultural y conciertos de rock y rap
de grupos musicales que, al calor de la subvención al "ús de la nostra
llengua" se decantaban por un modelo lingüístico lucrativo y
convergente.
La
última consellera de educación popular, la actual líder del Partido
Popular de Valencia ciutat y candidata a la alcaldía en 2019, María José
Catalá, se dedicaba a mantener reuniones con Escola Valenciana, a
aflojarles subvenciones y a participar en homenajes a uno de los popes
del pancatalanismo valenciano, Vicent Andrés Estellés, del cual dijo que
"la sociedad valenciana le debía un homenaje". Y la difunta Rita
Barberá -no se escapa nadie- rotulaba todas las calles del Cap i Casal
de acuerdo a la normativa dictaminada por la AVL, convergente con el
catalán.
El
propio flamante candidato digital de Génova a presidir el PPCV y todo
el Grupo Popular en la Diputación de Alicante, Carlos Mazón, presidente
de dicha diputación, votaban hace unas semanas a favor de una propuesta
del PSPV para dignificar y poner en valor la figura de Enric Valor
(autor del mantra catalanista "pel nostre valencià, el català de tots").
Nefasto antecedente para alguien que dos semanas más tarde iba a apelar
al valencianismo en los medios, Carlos Mazón.
El PPCV y la defensa de los intereses valencianos
Pero
el valencianismo no sólo es identidad, lengua y cultura. El
valencianismo impregna todos los aspectos de la vida cotidiana de los
valencianos. El valencianismo es también la defensa y reivindicación de
los intereses generales de nuestra sociedad y de sus sectores
productivos. Tampoco en esos otros aspectos ha dado el Partido Popular
la talla, sino que también ha perjudicado los intereses valencianos.
Desde
2015 hasta hoy, cada campaña los cítricos sudafricanos hunden los
precios de los productos valencianos, gracias a que ocho eurodiputados
del Partido Popular votaron a favor del acuerdo de la UE con Sudáfrica.
Sin embargo nunca oímos una protesta ni un reproche de los líderes
regionales del PPCV a sus compañeros eurodiputados por semejante
agravio. Sin embargo, sí acuden hipócritamente a hacerse la foto y a
solidarizarse con las asociaciones agrarias cada vez que se manifiestan
por los precios bajos y los perjuicios del acuerdo. Valencianistas
ellos.
Tan
valencianistas como los diputados valencianos en el Congreso que
votaron a favor de la candidatura de Barcelona y en contra de la de
Alicante para acoger la Agencia Europea del Medicamento en 2017 (Elena
Bastidas, Belén Hoyo y Rubén Moreno) y corrieron junto con Rajoy a la
ciudad condal a hacerse la foto con los nacionalistas catalanes en señal
de apoyo a su candidatura. Apabullante valencianismo. ¡Hasta Compromís
votó a favor de Alicante!
Nada
más valencianista que recuperar el Plan Hidrológico Nacional (PHN) con
trasvase del Ebro incluido, tal y como prometió Rajoy para ganar las
elecciones de 2011. Pero el valencianismo del PPCV de nuevo les hizo
callar cuando no sólo no se recuperó el PHN, sino que Cospedal ponía
estatutariamente fecha de caducidad al Trasvase Tajo - Segura y Aragón
blindaba las aguas del Ebro para evitar ningún trasvase de caudal
excedente a las cuencas de los ríos valencianos. Silencio valencianista
para un partido donde los discursos autonómicos se contraponen entre sí,
pero los valencianos siempre se la envainan.
El PPCV nunca ha sido ni será valencianista
Señor
Mazón, señora Catalá, no vengan a dar lecciones de valencianismo ni a
engañar más a los ciudadanos de esta comunidad autónoma. El
valencianismo es la defensa de los intereses de los valencianos a todos
los niveles y por encima de ideologías, obediencias de matriz y
lealtades de partido. Y el Partido Popular, como cualquier partido de
matriz nacional, por "construcción", se ha mostrado una y mil veces
incapaz de dar respuesta específica y eficaz a todas las necesidades
particulares de los valencianos. El Partido Popular no ha sido, ni es,
ni será, una herramientapropia, que se superponga a la división
política clásica y mire objetivamente por los intereses mayoritarios de
la sociedad valenciana, con la vocación de servicio y nuestro progreso
colectivo por únicas directrices. Legitimidad cero.