Edificio Eurotodo. EPDA El despacho es amplio. La luz del mediodía entra abundante por la pared de cristal que da a la plaza. Es una cuarta planta con orientación a poniente. La decoración se podría decir que es minimalista. Mesa de cristal, un cómodo sofá sobre el que cuelga una pintura de vanguardia y varias fotografías de edificios en la pared. La conversación se hace agradable, reposada. El señor Pascual, se expresa con la serenidad de quien sabe de lo que habla. Su padre y su tío, diseñaron y construyeron el edificio de doce plantas donde se desarrolla esta entrevista.
La entrevista que voy a tener con el señor Manuel Pascual y la posterior reflexión, va encaminada a redimir, de alguna manera, un edificio que ha sido vilipendiado y descalificado por todos, de una forma desmedida. Se le ha linchado hasta con cierta saña. En mi investigación sobre el caso, recabando opiniones a pie de calle, me han llegado a decir cosas como que desearían que lo volaran. A nivel periodístico, se ha bromeado a su costa en Internet y está en una lista de los ocho edificios más feos de Valencia. Así las cosas, cualquier argumento a favor parece estar condenado al fracaso.
Aquí estamos, en el edificio de la discordia.
—Bueno ¿qué le vamos a hacer? Las cosas son así. Criticar es lo fácil.
¿Qué piensa usted de este edificio?
—Este edificio pretendía romper con el estilo anterior. Dejar atrás el mimetismo y apostar por esa modernidad que nos venía de Europa. Desde el punto de vista artístico, se podría encuadrar en el estilo moderno. Algo destacable son los materiales empleados como el aluminio y el cristal. Estuvo nominado para un premio precisamente porque representaba una transformación, tanto en las formas como en los materiales.
¿Qué particularidad tienen esos materiales?
—La época en que se construyó no facilitaba demasiado las cosas y no se podía disponer siempre de lo que uno quería. Por ejemplo, la perfilería de aluminio que se utilizaba entonces era el que era. La cristalería tampoco ofrecía las posibilidades que ahora se obtienen. En cuanto a la estructura, le diré que todos los cálculos, fundamentalmente, están hechos para soportar con holgura las sobrecargas que los distintos usos del edificio debían soportar. La estructura mixta de soportes y vigas de acero y forjado de hormigón, posibilitan cualquier refuerzo que fuese preciso para aumentar su capacidad portante, ante la variación de cargas que podría suponer cualquier intervención posterior de su uso e incluso de su rehabilitación.
¿Qué otras características señalaría usted?
—Dispone de dos ascensores para las plantas altas, cosa que hasta esa fecha, tenían pocos edificios en Valencia. La entrada por la calle Moratín, que permitía por una parte, dejar espacio para lo que estaba previsto que fuera el bajo comercial y por otra, acceder cómodamente a las plantas superiores en época de Fallas, cuando el público ocupaba toda la plaza.
¿Tiene algún nombre el edificio?
—Es el Edificio Eurotodo. Se llama así porque en sus bajos se ubicaron unos grandes almacenes. Concretamente en tres plantas superiores y un sótanos.
Los arquitectos del Edificio Eurotodo fueron Salvador Pascual Gimeno y Manuel Pascual Gimeno, que eran respectivamente su tío y su padre. Sin embargo, la autoría oficial se le suele dar a Salvador ¿no es cierto?
—Es cierto, Salvador Pascual era la cara visible e impulsor de la solución. Mi padre, el que estaba a pie de obra. Pero fueron indivisibles en todos los trabajos. Tenga en cuenta la imagen de mi tío Salvador que tuvo importantes cargos en el Ayuntamiento de Valencia durante los años cincuenta y sesenta. Fue miembro de la comisión ejecutiva de la Gran Valencia. Pero sobre todo, fue elegido decano del Colegio de Arquitectos por votación de sus propios compañeros de profesión. Un reconocimiento ofrecido por tus propios compañeros, es la prueba inequívoca de su aprecio, tanto profesional como corporativo.
¿Quiénes fueron los promotores de este edificio?
—Los hermanos Pascual siempre fueron de la mano con los hermanos Nebot, en un total entendimiento mutuo, y ambos siempre actuaron como promotores en todas las obras que se realizaron.
Permítame una pregunta más personal. ¿Volvería a hacer usted este edificio?
—Por supuesto que sí. Lo volvería a hacer porque tiene su valor y representa una época. Pero lo volvería a hacer con los nuevos materiales que ahora tenemos a nuestro alcance. Una fachada de muro cortina con cristales que reflejen el Edificio Ernesto Ferrer, como figura en el proyecto de rehabilitación que presenté en el año 2004 y que aún no se ha resuelto. Esa sería nuestra solución.
HAGAMOS UNA REFLEXIÓN RACIONAL.
Con este edificio, Valencia deja atrás el eclecticismo y el Art Déco de los años veinte y treinta, para entrar en lo que podría llamarse “Estilo moderno tardío” que se desarrolló en Europa entre los años 1917 al 1965. En la segunda mitad del siglo XX se busca el empleo del hierro y el cristal en los paramentos exteriores, haciendo un guiño al expresionismo alemán heredero de la Bauhaus. Aunque en muchos edificios siga estando presente el lenguaje monumentalista reclamado por el gusto de la época, poco a poco se irá hacia un claro racionalismo y simplificación de líneas. Uno de los edificios que marcará esa tendencia ya totalmente definida es el que nos ocupa.
El Edificio Eurotodo fue levantado en 1962 (el proyecto es de 1960) en la misma Plaza del Ayuntamiento esquina con la calle de las Barcas, tras el derribo del Hotel España que ocupaba ese solar. El Hotel España se había inaugurado en 1889 y aunque tuvo mucho prestigio, sus días declinaban. Un hotel de cuatro plantas y sesenta años de edad en pleno centro de la ciudad, no tenía mucho futuro. El nuevo edificio diseñado para oficinas, no dejó a nadie indiferente. Pero comenzó la polémica cuando vieron que se distinguía del resto de los edificios con su fachada acristalada. Se despertó entonces una apasionada controversia que perdura hasta hoy en días.
Obviamente, si el mismo edificio se hubiera levantado en la Avenida del Cid, por poner un ejemplo, nadie se habría dado cuenta de su criticada “fealdad”. El problema fue su emplazamiento y que no se quisiera admitir la novedad que ello supuso. Sin embrago, el diálogo arquitectónico en los cascos antiguos de las ciudades, no es ninguna novedad. En muchas ciudades de la vieja Europa tenemos ejemplos de edificios modernos conviviendo junto a iglesias o edificios clásicos. Sin salir del centro de Valencia podemos ver docenas de ejemplos en que conviven edificios de orden clásico junto a otros con fachada de cristal.
El convencimiento de que todo lo anterior es mejor, es una actitud pobre y raquítica. Nos dan miedo los cambios y tendemos a magnificar lo de antes. Salvando las distancias, no hace falta que recordemos el caso de la Torre Eiffel. Todos sabemos el revuelo que se levantó ante su construcción. También se quería demoler entonces. Otro ejemplo considerado en su momento como algo horrible, es el Centro Georges Pompidou y ahora es uno de los iconos de la ciudad de París. Miremos ahora un caso mucho más cercano: todo el mundo echa de menos la plaza del Ayuntamiento que diseñara el gran arquitecto Goerlich Lleó, y es cierto que en algunos aspectos era extraordinaria, ¿pero de verdad alguien cree que un mercado de las flores enterrado bajo la plaza era la mejor solución? Un ejemplo más sería La Pagoda, que es uno de los edificios más conocidos y queridos de Valencia. Un icono que nació con el espíritu cosmopolita de los años sesenta.
Sin embargo aún se está suspirando por el Palacio de Ripalda, añorando su esbelta y falsa torre de decorado, y deseando que no se hubiera derruido nunca. Y también hay, y no son pocos, los que echan de menos la muralla medieval y las barracas. A esto es a lo que me refería con lo de magnificar todo lo anterior, que muchas veces tendemos a idolatrar el pasado, cerrando los ojos al porvenir. La Ciudad de las Artes y las Ciencias, diseñadas por Calatrava, ahora ya empieza a ser reconocida por todos, pero en un principio, profesionales y no profesionales la atacaron de manera inmisericorde. Los mismos valencianos hemos alabado el Museo Guggenheim de Bilbao y, sin embargo, nos hemos burlado de nuestra Ciudad de las Artes y las Ciencias. La política ha tenido mucho que ver en todo esto, por supuesto.
Para darnos cuenta de cuál es la opinión mayoritaria, veamos dos ejemplos:
Opinión de Rafael Solaz en el artículo “Pasado y presente de la Plaza del Ayuntamiento en diez diferencias”.
—Un edificio levantado a base de hormigón y acero con un diseño que nada tiene que ver con la tendencia arquitectónica del resto del conjunto. «Fue una aberración porque rompió con el carácter de los edificios de finales del siglo XIX y principios del XX que tanto caracterizan la plaza», señala Solaz. Su elevada altura también desentona del resto de construcciones de la plaza y prueba la finalidad comercial con la que fue planteado.
Opinión de la arquitecta Diana Sánchez Mustieles en un artículo titulado “Los edificios más feos de Valencia”.
—Más que brutalismo, una aportación bien calamitosa en la esquina con la calle Barcas para diferenciarse del resto de construcciones de la Plaza del Ayuntamiento. "A ver cómo rompo al máximo con la estética predominante", debió decirse para sí el autor intelectual de esta masacre. "Considero -sigue Sánchez Mustieles- que tiene gran importancia adaptarse al entorno, y no lo hace en absoluto.
Veamos ahora dos argumentos, no referidos a este edificio, pero que, en cierto modo, vienen a justificarlo.
Opinión de la arquitecta María Aucejo, en la revista digital valenciaplaza.com, del 28 de diciembre de 2020.
—En España veníamos de una dictadura y una transición vivida por todos estos arquitectos de medidos del siglo XX, cuando se manifiesta una búsqueda del progreso. Hubo unos años de contención, y después se abrió el país, llegando de fuera también influencias europeas y americanas. Se atrevían más. Más expresión y menos contención. Fue un impulso dado a la arquitectura de la modernidad como despegue definitivo del aislamiento de la posguerra.
“Un cambio revolucionario y transformador”. Artículo aparecido en Zigurat. Global Institute of Technology el 7/03/2019.
—Los años sesenta fueron una época de transformación, que trajo consigo el cambio de paradigma del pensamiento, la ruptura con los viejos valores. En el panorama de la construcción, la arquitectura fue utilizada como instrumento de manifestación política y social, así como cultural. Fue una época llena de proyectos atrevidos, basados en la ruptura del viejo paradigma.
CONCLUSIÓN
Ya se habrán dado cuenta de que con este artículo estoy haciendo de abogado del diablo. Todo el mundo en contra del pobre edificio que anda callado sesenta años sin poder defenderse, es demasiado tiempo. Una voz que se coloque a favor, no creo que haga daño a nadie.
Estas explicaciones que se han dado, pueden aceptarse o no, pero sirven para exponer la reacción de la arquitectura y sus actores, frente a unos valores que comenzaban a considerarse ya caducos. Se quiso abrir una ventana hacia Europa y la modernidad. Son muchos los ejemplos que apoyarían esta argumentación. Criticar es lo fácil, como dijo el señor Pascual al principio. El edificio Eurotodo está reclamando una rehabilitación para poder actualizarse, nada más que eso. Démosle un voto de confianza, seamos valientes para entender el diálogo entre estilos, que son muchos y muy diferentes en la misma Plaza del Ayuntamiento y aparquemos los prejuicios.
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