Murgui, siempre al pie del cañón. FOTO EPDA Estamos en diciembre mes de comidas, cenas y celebraciones.
Hace
muy pocos días una noticia nos sobrecogió a todos, el titular era
alarmante: “Violan, asesinan y torturan a una niña de siete años”
realmente es como el titulo de una tragedia. Aunque si seguimos hurgando
en los protagonistas del acto, nos aparecen diferentes personajes que
asumen el protagonismo del hecho en si. No es un hecho casual, si que
puede considerarse causal y causado por alguien, o algo que en ocasiones
es frecuente y que se suele ocultar porque nos daña los sentimientos.
¿Que
hay detrás de este hecho? posiblemente el consumo de estupefacientes en
exceso, la violencia que engendra la sin razón de las personas, o la
infelicidad de un mundo que nos persigue a una velocidad que es
imposible abarcar. Luego vienen los minutos de silencio, las condenas,
la rabia, las detenciones y las disculpas. ¡Que horror! y ahora viene la
pregunta que azota mi mente ¿a esta niña quien le devuelve la vida?
¿Sus padres encontrarán la paz en algún momento de la vida que les queda
por vivir con la ausencia de su hija y la pena de su muerte?
¿Que
no estamos haciendo bien? ¿Quien marca las buenas o malas direcciones
por las que el mundo camina? ¿Alguien de nosotros se pone por un segundo
en el corazón mancillado de esos padres a los que les han arrebatado a
su hija? y lo más tremendo ¿es necesario que muera una niña de siete
años, para satisfacer el placer de un humano que está bajo los efectos
de cualquier sustancia? Estas preguntas en muchas ocasiones son
respondidas por el más absoluto silencio.
Silenciamos
y callamos, nos quejamos y reivindicamos, pero ya son muchas veces las
que vemos en los medios de comunicación hechos que como el de la niña
“se nos fue de las manos porque nos habíamos puesto hasta el culo.”
Puede parecer divertido, macabro, insensato pero lo único que no parece
sino que es, es pura realidad. Y pasa, ocurre aquí y allá, y siempre
nos parece lejos de nuestro pueblo o de nuestra casa, pero la verdad es
que cuando ocurre, no nos deja indiferentes, nos duele.
Diciembre
mes de celebraciones… ¿cuantos muertos menores llevamos enterrados
fruto del botellón? ¿A eso le llamamos divertirnos? Que bonito sería
compartir la misma alegría brindando con las copas llenas de entusiasmo,
de buenas ideas, de mejores principios, de diversión, y por que no,
¡hasta de paz! ¿Pero acabar tu vida con un botellón cuando apenas has
comenzado a caminar tu solo? eso es triste, muy triste; pero lo más
indolente a mi modo de ver son la reacciones, aunque la rabia y la
impotencia te invade ante una muerte súbita, siempre rodea tu mente el
camino que marca el futuro de la vida humana.
Tanto
luchar por una sociedad digna, tanto reivindicar la sociedad y el estado
del bienestar, tantas plataformas contra y para tantas cosas, tanto y
tanto de todo… pero el freno no lo veo al desenfreno. Diciembre el mes
de los buenos propósitos y de los mejores deseos, el mes de los brindis,
y el mes que da paso al otro mes del volver a empezar, del año nuevo.
Todos hemos sido jóvenes, yo mismo he cerrado infinidad de noches las
fiestas en mi pueblo, se lo que es divertirme… pero no entiendo las
muertes que vienen fruto de esas diversiones, no entiendo como no
sabemos decir ¡basta! y sobre todo no entiendo actitudes que en nada
favorecen la historia que marca las sendas del futuro de las nuevas
generaciones.
Debemos hacernos mirar cada uno de
nosotros lo que aportamos de positivo al futuro, y sobre todo debemos de
ser constantes en regenerar una sociedad con posibilidades de abrir
nuevas sendas al mundo. Indiscutiblemente hay gente joven muy preparada,
hay gente joven con la cabeza muy bien amueblada, y gente con ganas de
luchar y dar testimonio con su vida de que el mundo puede ser mejor,
pero también cuando se pierden los papeles hay riesgo de que el rumbo de
diluya en un horizonte que jamás queremos ni para nosotros ni para
nadie.
¡Brindemos con conocimiento y que las copas estén llenas de amor y de buenos deseos!
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