Juan Benito Rodríguez Manzanares En Valencia,
España y prácticamente en todo el mundo, estamos padeciendo una dramática pandemia
debido a un virus llamado Covid-19, popularmente conocido como coronavirus
por su forma esférica y unas puntas que salen de ella, dándole la apariencia de
corona, pues, en las imágenes impresas la representación del virus se ve
circular con puntas a su alrededor.
Pero no voy
a entrar en los detalles de dónde o cómo comenzó esta pandemia, o qué se está
haciendo por parte de los diferentes gobiernos del mundo para controlarla y
erradicarla de la faz de la tierra, pues sobre todo esto, más que tener
información, estamos sobresaturados de información.
En nuestro
país, nuestra querida España, se ha decretado el Estado de Alarma para frenar el avance de esta pandemia que podríamos calificar como de
«proporciones bíblicas» por la cantidad de países en los que está manifestándose,
por los miles de infectados en todo el mundo, y tristemente, por el rastro de
muerte que está dejando a su paso.
Mas, esta
medida, el Estado de alarma, ha obligado al grueso de la población a permanecer
confinada en sus casas, cancelando y dejando de lado todos sus quehaceres
habituales, y con ello, toda la actividad personal, y en muchos casos laboral,
teniendo un día inmensamente largo que ocupar con algo que nos distraiga y a la
vez, si pudiera ser, que fuera instructivo.
En este
punto, quiero agradecer infinitamente su labor a médicos, sanitarios,
camioneros, empleados de supermercados, equipos de limpieza, policía y cuerpos
de seguridad del estado y todas las personas que están jugándose sus vidas por
el bien de la comunidad. ¡Bravo!
Mas, para
paliar en gran medida las largas horas de confinamiento casero obligado, los
españoles contamos con una gran arma, nuestra imaginación. Pues en esta bendita
tierra tenemos la habilidad de sacar todo lo bueno incluso de los peores
trances, y así, hemos convertido los patios de vecinos en verdaderos centros de
ocio donde igual se canta que se escucha sonar un saxofón, se aplaude, o se
hace gimnasia de forma colectiva dirigidos por el/la más «cachas» de la finca.
Además de poder jugar a diferentes juegos haciendo con esto que las horas de
enclaustramiento obligado por bien de la humanidad, se pasen más rápidas.
Además, hay
un nutrido grupo de cantantes y grupos como Alejandro Sanz, Rozalén,
Juanes o Taburete, que nos han hecho disfrutar de su música en
conciertos en línea, para que ese «Yo me quedo en casa», eslogan y mantra de
esta pandemia, se nos pase más amenamente.
Para
intentar hacernos la vida más llevadera en este trance entre cuatro paredes, se
han sumado algunas de las grandes empresas llamadas «mass media», aportando
unas de ellas decenas de gigas gratis para que podamos navegar sin costo. Y
otras, las que operan por cable, han dejado en abierto todos o casi todos los
canales que suministran, aunque no los tengas contratados.
Y otras
empresas, como el Teatro Flumen, ha cedido obras grabadas a sus
amigos y asiduos para que, a pesar de no poder desplazarse hasta su sala,
podamos disfrutar del buen teatro que habitualmente ofrecen.
Incluso la UNESCO
ha brindado al mundo entero el acceso a la Biblioteca Digital Mundial para
que todos, sin excepción, podamos disfrutar de grandes y buenas lecturas, pues
parafraseando una conocida máxima, «El libro es el mejor amigo del hombre»,
aunque realmente en esta gigantesca biblioteca virtual no encontraremos sólo
libros, sino también artículos de todo tipo, periódicos, manuscritos, diarios,
revistas, mapas... e infinidad de cosas que podréis encontrar navegando por
esta impresionante web.
Dejo aquí la
dirección para que todos podamos disfrutar del lujo que es esta inmensa
biblioteca: https://www.wdl.org/es
Y en este
sentido, en el sentido literario, quisiera aportar mi granito de arena para
aliviar los largos días en casa, comentado muy brevemente un muy buen libro,
aunque no muy conocido, escrito en 1884 por el genial escritor londinense Eddwin
Abbott Abbott (1838-1926), el cual mantiene su mensaje tan vigente como si se
hubiera publicado su primera edición ayer por la tarde.
La condición
de Abbott de profesor y teólogo, se deja notar en la narración que fluye de una
manera educativa y humana, aunque tiene innumerables trazas de ciencia
matemática, siendo todo el trabajo un libro que, cuando acabas su lectura, y la
asimilas totalmente, te llega a hacer que veas la vida de otra manera.
El libro
comienza presentado a los hombres punto, los cuales toman conciencia de su
naturaleza y están totalmente contentos con ser lo que son, un simple punto en
un inmenso espacio aislado de todo y de los demás hombres punto. La total
ignorancia de cualquier otro supuesto de entornos de vida, le hacen sentirse
bien consigo mismo.
Mas, como
ocurre muchas veces en la vida, nuestro protagonista, el «hombre punto», por
azar se tropieza con los hombres raya, los cuales, siguen siendo unos hombres
punto, pero que, al contrario de estos como unidad individual, pueden
desplazarse a lo largo de un segmento, a lo largo de una raya, dando esto un
nuevo nivel, un nuevo estatus y una nueva perspectiva de vida a los hombres
punto.
Pero,
posteriormente encuentra a los hombres plano, que, a la libertad de desplazarse
por una raya, unen la libertad de poder desplazarse libremente por un conjunto
de muchas rayas unidas longitudinalmente entre sí, es decir, por un plano, por
el cual deambulan junto a otros muchos hombres punto constituyendo todo un
mundo de infinitas posibilidades que los hombres punto por sí mismo e
individualmente, nunca hubieran podido imaginar.
La habilidad
narrativa de Abbott, unida a la gran enseñanza filosófica de esta novela, hace
de la misma un libro de imprescindible lectura, pues el mismo te indica que
todos estamos felices con lo que somos, sin saber qué más hay a nuestro
alrededor y que seguramente nunca podremos alcanzar, pero que si por algún
motivo podemos ascender en cierta medida dentro de la ámbitos donde nos movamos
tanto social como laboralmente, siempre hay un paso más que poder dar con unas
posibilidades que ni siquiera podríamos imaginar.
Recomiendo a
todos esta lectura para estos días de confinamiento casero, pues no defraudará
a nadie, y menos, a los que tengan una visión filosófica de la vida.
Y… aun a
pesar de estar entre cuatro paredes, las posibilidades culturales para una
mente abierta y despierta, son inimaginables. ¡Descubre todo tu potencial!
Valencia es
sinónimo de cultura.
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