José Salvador Murgui. FOTO EPDA
Al conocer la noticia de Manchester, nacen mil preguntas que jamás
tienen respuestas. Ese escalofrío tan poco seductor que te sacude, es
la respuesta agria y amarga a los duros acontecimientos que nos toca
vivir.
¿Culpable? Ese ha sido durante muchos años el veredicto fruto de
duras sentencias que jamás se encajan por el hecho de ser sinónimas de
castigo. Hoy en pleno siglo XXI tan lleno de “todo”,
donde todo está al alcance de casi todos, nos encontramos con noticias
que relatan los hechos ocurridos hoy y que con tanta frecuencia, -creo
que por nadie deseada- se suceden y nos aterran.
Si nos afectan, porque a mí personalmente me afectan y duelen, de una
forma muy fuerte. Hay una tremenda carga humana en el trasfondo de
estas situaciones indolentes. Esa tremenda carga humana se traduce en
¿quién repara ese daño? Ese daño es irreparable. Ese daño escalofriante
no tiene solución, ni la distancia, ni el tiempo, ni nada ni nadie, son
capaces de justificar las muertes inútiles.
Si, muertes inútiles, inocentes y sobre todo innecesarias. ¿Dónde
arranca el mal? ¿Cuándo acaba el mal? Es muy difícil evaluar ese punto
de inicio, tan difícil que hoy lo vemos como en un horizonte perdido,
pero sin perdernos en el horizonte, creo que debemos centrarnos en el
corazón humano. La fuerza del amor en los hombres y mujeres, debe ser
el inicio y el fin de esos inhumanos sentimientos.
El odio, genera odio, rencor. Mala sangre. Y eso es lo que nos está
pasando, y nos está llevando a una falta de diálogo muy grande. El mundo
tan lleno de organismos, personas, altos sueldos, grandes gastos en
defensa, y grandes cumbres para resolverlo “todo” se ve impotente ante
la noticia de hoy. La reacción ante la causa, jamás llega a tiempo de
dar una solución, no se puede prevenir. La muerte está servida. ¡Qué
horror!
¡Qué tristeza! El odio es más fuerte que todo el aparato para forjar
la paz. ¡Cuántas canciones a la paz! ¡Cuántas canciones al amor! ¡Tanto
luchar por el progreso! ¡Tanta investigación para salvar vidas! Y ayer
la tragedia ocurrió en un lugar, o en varios lugares, hoy en Manchester…
y mañana ¿dónde será? De poco sirven estos cantos y poemas…
Un minuto de silencio… todas las caras compungidas, los rostros
doloridos a las puertas de las Instituciones, así entendemos la
solidaridad humana, y está muy bien que seamos solidarios, que sintamos
ese dolor como nuestro, porque en realidad todos somos víctimas, pero
mientras desde las familias, desde los colegios, desde los pueblos,
desde las Instituciones, no seamos sembradores de paz, difícilmente el
odio desaparecerá.
Son muchos gritos inadecuados los que lanzamos al día, es mucha
violencia la engendrada en el corazón, muchos casos de agresiones
inmaduras y muchas muertes (demasiadas) que no tienen ninguna razón de
ser. El odio nunca debe vencer al amor. Es un modo de actuar que
tendremos que hacérnoslo mirar cada uno de nosotros. Es muy difícil
nadar contra corriente, pero con respeto y diálogo se puede andar el
camino, por difícil que éste sea.
Me aterra oír la voz del Papa Francisco, cuando habla de esa tercera
guerra mundial. A los que nos queda un poco de fe, (y creo que a mucha
gente) nos duele la ausencia de tanta paz. La paz es la mejor arma
para combatir el odio y la guerra. Las guerras solo sirven para generar
un incierto volver a empezar.
Tengamos la mente serena, la mirada firme, y el corazón abierto, para
que el odio no se adueñe de nuestros actos, y con libertad, confianza
y serenidad afrontemos los duros caminos que tantos hombres y mujeres,
soportan con sufrimiento inmerecido por culpa de la sin razón humana.
Estamos muy necesitados de asignaturas que hablen de amor, de paz, de
humidad, de solidaridad, de humanidad, de sencillez, de afecto, de
respeto, y que dejen un poco de lado todos esos mensajes que nos
llegan y que han convertido este mundo en odio, muerte y en ocasiones
desesperación . El amor es más fuerte que la muerte.
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