Alicia García en su puesto ?Frutas y verduras Trenzano? del Mercado de Russafa de València. EFE Alicia García es la tercera generación de ‘Frutas y verduras Trenzano’,
un puesto del Mercado de Russafa de València que ante la crisis
sanitaria ha notado “muchísimo” el descenso de ventas y que ha llevado a
su propietaria a preguntarse si "vale la pena" acudir cada día y "poner
en juego" su salud.
Ahora “hay que tener salud, vivir el día a
día y resistir”, asegura esta valenciana de 46 años, que confiesa que ha
llegado a plantearse cerrar la parada hasta que pase la pandemia del
coronavirus porque "una cosa es no ganar y otra, perder".
La
crisis sanitaria también ha afectado a los mercados municipales que,
como el de Russafa, han tenido que potenciar propuestas como atender
pedidos telefónicos o WhatsApp para que puedan recogerse a una
determinada hora en el mismo mercado o llevarlos a domicilio.
“Físicamente
está viniendo muy poca gente”, confiesa Alicia, quien señala que los
clientes habituales son los del barrio, muchos de ellos personas
mayores, y reconoce que el descenso también obedece a que muchos optan
por ir a comprar a los supermercados “a pesar de que la calidad no tiene
nada que ver”.
Entre los clientes que siguen acudiendo al
mercado, señala, hay gente “normal y supertranquila” y otros que llegan
“superatacados, se les acerca alguien y se mueven”, aunque reconoce que,
en general, “están nerviosos. Si hablas del tema se ponen nerviosos y
por eso, lo mejor es hablar de otras cosas”.
“Tampoco queremos
ahora mantener conversaciones con la gente, compran rápido y se van”,
indica Alicia, quien señala que la situación que se vive estos días en
el mercado "no es la normal" ni la misma que cuando acude "gente que
conoces de siempre". "Tengo clientas que eran de mi madre, a las que le
preguntas cómo les va”.
En ocasiones, afirma, algunas personas
mayores, “sin que sus hijos se enteren”, acuden al marcado a comprar
algo. “Ellas están acostumbradas a comprar aquí y notan bastante la
calidad del producto que ofrecemos”, asevera.
Alicia sigue
acudiendo todos los días a la una de la madrugada a Mercavalencia para
adquirir la fruta y verdura fresca que servirá a sus clientes, a pesar
de que trabajar estos días, confiesa, se está haciendo
“supercomplicado”.
Cuando llegan con la carga tienen muchos
problemas para aparcar en el Mercado y en los primeros días de
confinamiento, tras decretarse el estado de alarma, la Policía paró su
furgoneta, en la que iban ella y su hermano, y les levantaron un acta a
pesar de ser un vehículo de trabajo.
Otra complicación, añade,
es que han cambiado el horario del Mercado y es “un poco incómodo para
los vendedores”. Para ellos las instalaciones abren a las 8 de la mañana
y solo una hora después tienen que tener descargado y montado el puesto
para que los clientes puedan acceder desde las nueve. “No te dejan
margen”, lamenta.
En el Mercado de Russafa “tenemos de todo,
hasta droguería sin carencias de papel de baño”, aunque algunas paradas
han tenido que cerrar por obligación al no vender alimentación, como la
floristería, la cerrajería o el bar, y los que siguen abiertos “lo hacen
de manera opcional”.
Según explica, hay puestos en el Mercado
con muchos trabajadores a los que igual no les compensa abrir.
“Nosotros, que vivimos bastante de la restauración, al no estar abiertos
(los bares y restaurantes) nos supone un problema”.
Asegura
sentir "más respeto que miedo" por la pandemia, aunque lamenta que el
Ayuntamiento solo diera una mascarilla de usar y tirar por puesto al
inicio de la crisis sanitaria y que la semana pasada repartiera una
botella de medio litro de gel para las manos.
“Tampoco las
puedes comprar porque no las venden en ningún sitio”, asegura para
añadir que al tener que salir del puesto para atender el pedido del
cliente les hace acercarse a ellos “quieras o no. No estamos como un
médico, pero estamos cerca de la gente”, afirma.
No obstante,
precisa, los clientes que siguen acudiendo al mercado guardan las
distancias, ya que el suelo está señalizado para que no se acerquen a la
parada, acuden con sus guantes y respetan los turnos.
Durante
estos días de confinamiento “hemos notado un aumento del datáfono, va
que vuela, y estoy intentando llamar al banco para que me aumenten el
crédito y no me cogen el teléfono”, protesta Alicia, que confiesa que
entre lo poco que se vende y la comisión que les va a cobrar el banco no
sabe "si vale la pena estar abierto o cerrar”.
“Estamos
planteando cerrar. A ver cómo va esta semana y si no, se cierra y ya
está, porque una cosa es no ganar y otra es perder”, asegura Alicia
García Trenzano.
Y se pregunta: ¿vale la pena “venir y poner en
juego tu salud y la de lo que está en tu casa, mi hija y mi marido, que
no soy yo sola? Y si yo me contagio se lo puedo contagiar a ellos”.
“No
creo que vuelva la normalidad hasta que pase bastante tiempo, aunque
por lo menos servirá a la gente del futuro para estar preparada si
alguna vez vuelve a pasar", concluye.
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