Fotograma de "La nave de los monstruos" (1960) de Rogelio A. González. FUENTE FLICK Para referirnos a la cinematografía latinoamericana es menester analizar el contexto que rodea a todos las cinematografías nacionales del grupo (más de veinte países), y ver los nexos comunes entre ellas.Nos encontramos, pues, ante un escenario de grandiversidad cultural, y pronunciadas diferencias étnicas y culturales.¿Podemos hablar entonces de cine latinoamericano?
La situación contextual nos permite esbozar un mapa general que liga a todos estos países. En mayor o menor medida, todos han estado marcados por ladesigualdad económica y la pobreza, así como por la convulsión social y la corrupción política, y todo ello se trasladará al cine.La industria cinematográfica ha sufrido un desarrollo pobre a este respecto. Tres países han encabezado la producción de este cine históricamente: Argentina, Brasil y México, quienes entre 1930 y 1996, realizaron el 89% de la producción total de películas.
Si bien el cine latinoamericano de principios del S.XX fue un cine costumbrista y melodramáticocon exponentes como Cantinflas o Libertad Lamarque, marcado por unos estándares de drama y comedia que gustaban al público extranjero,desde los años 60, el conocido como “nuevo cine latinoamericano” planteó un cine comprometido política y socialmente en línea con las experiencias populistas de la época. Con un marcado antimperialismo y un anhelo de especificidad propia, autores como Glauber Rocha, Fernando Birri y Raúl Ruíz encabezan tratados en defensa de un cine autóctono distanciado de las fórmulas comerciales. El cine se entiende como arma de denuncia y transformación social.
En la década de los 70-80, diferentes golpes de Estado y el establecimiento de dictaduras en Chile, Brasil, Argentina… hacen que surja un cine del exilio, de un carácter mucho más nostálgico (Llueve sobre Santiago, de Elvio Soto). El tono épico se reduce al tono intimista, donde se analizan las contradicciones y dramas entre familiares y amigos de un mismo país: el desgarramiento social. Se comienza también a cuidar la estética de las películas como en:Tango, el exilio de Gardel, de Fernando Solanas, oFrida, de Paul Leduc.
Finalmente, el restablecimiento de las democracias trae consigo una cuarta y última etapa que es en la que nos encontramos. La industria se ha ido reinstaurando, y la producción se centra en propuestas mucho más lúdicas en línea con un mercado cada vez más globalizado. Éxitos contemporáneos comoLa tarea,DanzónoComo agua para chocolate, ya no tienen el compromiso político ni su preocupación por la verosimilitud. No obstante, sí existe un marcado diálogo intertextual con la tradición cultural de los países, y una preocupación por el espectáculo y las fórmulas narrativas. Pero la técnica nunca vence al contexto y adentrarnos en el cine latinoamericano supone adentrarnos en la realidad de Latinoamérica.
No es difícil reconocer autores contemporáneos como Fernando Meirelles (Ciudad de Dios, 2002), Alejandro González Iñárritu (Amores Perros, 2000), Juan José Campanella (El secreto de tus ojos,2009) o Pablo Larraín (El club, 2015). Todos ellos demuestran que el cine latinoamericano es un cine imprescindible a tener en cuenta.
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