Pepe Cataluña.
En el día en que escribo este
pequeño comentario somos miles y miles las personas que en nuestro país, a
causa de la pandemia del COVID-19 y en cumplimiento de lo decretado por el
gobierno español, llevamos casi ochenta días confinados en nuestro domicilio.
Todo ello como es obvio ha supuesto, sobre todo para los que peinamos canas,
una serie de limitaciones en nuestra movilidad y en nuestra convivencia y
relaciones con familiares y amigos, hasta el extremo de no poder ver, por
ejemplo, a los hijos y nietos y no poderles dar un beso y un abrazo, a lo que
hay que añadir el temor, y a veces verdadero pánico, a contraer la enfermedad y
el gran dolor que nos está produciendo el padecimiento de quienes la han
sufrido o la están sufriendo y el fallecimiento de tantas personas y la pena
de sus familiares a consecuencia del mismo.
Este confinamiento, con los matices que se quiera, se ha
aplicado o se está aún aplicando en la mayoría de países de nuestro entorno.
Indudablemente el gobierno habrá incurrido en algunos fallos y errores y es
legítimo que la oposición legítimamente se lo haga saber. Pero, personalmente,
y estoy convencido de que así lo creen muchos ciudadanos, no me he sentido
limitado en el ejercicio de mis derechos y libertades sino todo lo contrario,
he considerado las medidas tomadas por la Administración como algo necesario
para al menos reducir o paliar los efectos de la pandemia. ¿ Nos hemos
preguntado alguna vez cuántos miles de personas más se hubieran visto afectadas
o hubieran fallecido a consecuencia de la misma de no haberse hecho efectivas
tales medidas ? También pienso que la inmensa mayoría de los ciudadanos y sus
familias se han comportado de manera correcta y solidaria.
Lamentablemente, no podemos decir lo mismo de nuestra clase
política. Es una auténtica vergüenza el espectáculo casi diario que nos están
ofreciendo una gran parte de los líderes
y miembros de algunos partidos políticos, demostrando una falta de solidaridad
y de ganas de colaborar ante esta grave
crisis sanitaria y también económica de alcance desconocido. ¿ Dónde está ese
patriotismo del que a algunos se les hace la boca agua cuando se refieren
al mismo y a los símbolos que lo
encarnan ? Somos muchos los que queremos pasar y hacer caso omiso de las
necedades de algunos políticos que, un día sí y otro también, hemos de ver o
escuchar y que no nos conducen a nada positivo, pero, como siempre hay un
momento en que se colma el vaso de la paciencia y de la indignación,
personalmente me permito referirme a unas recientes manifestaciones, publicadas
en los medios de comunicación, del presidente del Partido Popular y diputado
del Congreso, Pablo Casado Blanco.
Pablo Casado, si no estoy mal informado, es Licenciado en
Derecho por la Universidad Complutense
de Madrid y Licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la
Universidad Rey Juan Carlos, también de Madrid, además de poseer algún que otro
Master, por lo que se le suponen unos
mínimos conocimientos tanto de Derecho como de Historia de España.
Pues bien, el señor Casado ha comparado el estado de
alarma acordado por el gobierno de España con motivo de la pandemia del COVID-19
nada menos que con el golpe de estado fallido de 23 de febrero de 1981,
llegando a afirmar algo tan peregrino como que
“ desconoce si hubo
restricciones en ese momento” (hay que suponer que se refiere al 23 de
febrero de 1981) o “ al menos a través de cauces legales “.
A Pablo Casado,
aunque es cierto que era un bebé cuando tuvo lugar el golpe de estado del 23 de
febrero de 1981, ya que nació unos pocos días antes del mismo, no se le puede
admitir ni servir de excusa, dada su formación universitaria, el
desconocimiento de los hechos a que se refiere. El señor Casado sabe, o debe
saber, que entre el estado de alarma actual y el golpe de febrero de 1981 hay
diferencias esenciales.
El estado de alarma actual y sus prórrogas ha sido
declarado por el gobierno español, dando cumplimiento a lo que se contempla en
el artº. 116 de la Constitución de 1978
y a la Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio, que lo regula, contando en
todo momento con la autorización del Congreso de los Diputados, es decir, que
no se ha tratado de una decisión arbitraria e incontrolada del ejecutivo sino
ajustada a Derecho. Otra cosa es que no se quiera dar el mismo valor al voto de
cada diputado. Hay que hacer hincapié en que todos los diputados sin excepción
han sido elegidos democráticamente y sus votos como tales valen exactamente lo
mismo y son legítimos los pactos o acuerdos entre diversos partidos para
obtener la mayoría necesaria ¿ O es que algunos políticos desean que echemos
mano de las hemerotecas y les recordemos, por citar solo unos ejemplos, el “ Pacto
del Majestic” de 1996 entre el Partido Popular y Convergència i Unió,
mediante el que Jordi Pujol dio los votos necesarios a José María Aznar para
lograr la presidencia del gobierno de España a cambio de concesiones a la
autonomía de Catalunya; los pactos del popular Javier Maroto Aranzábal con
Bildu para aprobar los presupuestos del Ayuntamiento de Vitoria, siendo famosa
la frase del señor Maroto de que“ no
me tiemblan las piernas para llegar a acuerdos con nadie y creo que es
bueno...Ojalá cundiese el ejemplo “, y
las órdenes, en noviembre de 1998, del presidente del gobierno español, José
María Aznar, autorizando contactos con el “ Movimiento Vasco de Liberación
“, es decir, con ETA?
Por el contrario, el golpe de estado del 23 de febrero de
1981 se inició con la comisión del delito de rebelión previsto en el artº. 472 del Código Penal (“Son
reos del delito de rebelión los que se alzaren violenta y públicamente...”), con
la irrupción de un contingente de guardias civiles armados en el Congreso de
los Diputados, al mando del teniente coronel Tejero, haciendo uso de las armas
y secuestrando al gobierno legítimo de España, presidido por Adolfo Suárez, y a
todos los diputados. Tras la toma del Congreso, inmediatamente, Jaime Milans
del Bosch, capitán general de la III Región Militar con sede en Valencia,
dispuso la salida de las tropas a la calle, incluidos varios carros de combate
(mi familia y yo, residentes en Valencia,
pudimos ver y escuchar, con gran preocupación, el estruendo de los carros de
combate que pasaron muy cerca de nuestro domicilio). Al propio
tiempo, dictó un Bando suprimiendo los
derechos y libertades de los ciudadanos y partidos políticos y reservándose
toda una serie de competencias, todo ello bajo el flagrante incumplimiento de
la Constitución y siendo esta conducta tipificada como un grave delito de
rebelión como antes se ha dicho. Me permito reproducir algunos de los artículos
de dicho Bando:
Artº.
1-Todo personal afecto a los Servicios Públicos de interés Civil queda
militarizado, con los deberes y atribuciones que marca la Ley (quien esto suscribe era
en ese momento
funcionario del Ministerio de Trabajo y quedó militarizado).
Artº. 4- Quedan prohibidos los
lock-outs o huelgas. Se considerará sedición el
abandono del trabajo siendo principales responsables los dirigentes de
sindicatos y
asociaciones laborales (personalmente
conozco a algún sindicalista que esa noche no
durmió en su casa y
no precisamente por temor a ningún virus).
Artº. 5- Quedan prohibidas todas
las actividades públicas y privadas de todos los
partidos
políticos, prohibiéndose igualmente las reuniones superiores a cuatro
personas,
así como la utilización por los mismos de cualquier medio de
comunicación
social.
Artº. 8- Quedan suspendidas la totalidad de las
actividades públicas y privadas de
todos
los partidos políticos.
Artº.
10- Igualmente asumo el poder judicial y administrativo, tanto del Ente
Autonómico
como de los Provinciales y Municipales.
Afortunadamente, el golpe de estado fracasó en pocas
horas y todo volvió a la normalidad. Posiblemente, alguna vez, quizá dentro de
algunos años, algún historiador nos narre con objetividad todos los entresijos
del mismo. De todos modos, es ridículo y esperpéntico intentar encontrar
semejanzas entre el actual estado de alarma decretado por el gobierno de Pedro
Sánchez y el golpe militar de 1981. De haber triunfado este, ello sí que
hubiera supuesto realmente una merma o eliminación de nuestros derechos y
libertades.
Al atreverme a hacer este comentario, después de una
larga reflexión, soy consciente de que no será del agrado de algunos. Tengo que
decir que lo he escrito sin ninguna acritud sino más bien con mucha pena y
tristeza. Tengo en una gran consideración y en muy alta valoración, aunque
ideológicamnete estoy a años luz de los mismos, a políticos del Partido
Popular, por ejemplo, por citar solo a unos pocos, a Miguel Herrero y Rodríguez
de Miñón, uno de los padres de nuestra Constitución y gran amigo por cierto del
político socialista y también padre de la Constitución, Gregorio Peces Barba, a
Francisco de Borja Semper Pascual, que fue presidente del Partido Popular de
Guipúzcoa y portavoz de este partido en el Parlamento del País Vasco, a Alberto
Núñez Feijóo, actual presidente de la
Junta de Galicia, a Ana Pastor Julián, diputada y expresidenta del Congreso de
los Diputados, e incluso al actual alcalde de Madrid, José Luis
Martínez-Almeida Navasqués, por su loable actuación frente a la pandemia del
COVID-19. Todos ellos tienen un talante y una altura de miras muy alejada
de bastantes de los líderes actuales de
su partido. Además, me honro en tener como muy buenos amigos a algunos
militantes y simpatizantes del Partido Popular.
Por ello, entiendo
que resultan inadmisibles y hasta grotescas ciertas manifestaciones como
las de Pablo Casado, que se han citado antes, impropias de todo un presidente del
principal partido de la oposición. No sé que es peor si incurrir, por su parte,
en ignorancia supina, lo que demostraría la baja talla política de un líder, o
algo que me resultaría muy sorprendente, que quiera ofrecernos un ejercicio de
histrionismo político, inadecuado e inoportuno, en estos difíciles momentos que
atravesamos, algo impropio de quien aspira a ser presidente del gobierno de
España y un hombre de Estado.
A los políticos españoles, a todos, a los del gobierno y
a los de la oposición, pero especialmente a los que diariamente caen en el
insulto y no miran más que a sus intereses personales y partidistas, los
ciudadanos les pedimos que se dejen de zarandajas y que, como una piña,
demuestren de un puñetera vez su patriotismo, si es que realmente lo tienen, y
coadyuven conjuntamente a superar la insólita e incierta situación que estamos
viviendo. En honor de todas la personas que han fallecido y siguen falleciendo
a causa de esta pandemia, me vienen a la memoria unas palabras de John
Donne, poeta inglés del siglo XVII, que recogió el escritor estadounidense Ernest
Hemingway, en 1940, en su libro Por quién doblan las campanas (For Whom
the Bell Tolls) :
“… La
muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la
humanidad; por
consiguiente nunca hagas preguntas por quién doblan las
campanas: doblan
por ti “
Josep Catalunya Albert
Exalcalde d’Algar de Palància
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