María de la Paz Rearte Apesar de la popularidad de disciplinas yóguicas como el Ashatanga Yoga o Bikram Yoga, que buscan hacer sudar el cuerpo, el yoga tradicional no es eso. Es mucho más y su objetivo no es el meramente deportivo.
El yoga como filosofía engloba un amplio abanico de prácticas físicas, mentales y espirituales dirigidas a conseguir un bienestar general. Una de las aristas de esta filosofía es el Hatha Yoga, es el yoga físico, de las posturas. Dentro de Hatha Yoga encontramos un sinfín de estilos como Power Yoga, Nidra yoga, Yin yoga, Vinyasa, Iyengar y mucho más. Cada uno con un objetivo determinado.
En occidente gano gran popularidad esta disciplina gracias al Hatha Yoga, a la practicas de posturas. Pero no es un deporte, es un trabajo de autoconciencia para aprender a ser y estar en el momento presente.
Si bien es cierto que en la actualidad el yoga se practica como una actividad física más, pero la finalidad de esta disciplina no es realizar las posturas de forma perfecta ni adquirir un cuerpo flexible y tonificado. Aunque, con la practica regular, se fortalecen los músculos, huesos y articulaciones, se adquiere mayor flexibilidad, fuerza y hasta incluso se puede adelgazar.
A diferencia de un deporte, el yoga tiene otros objetivos que van más allá de mejorar el rendimiento físico, ejercitar la competitividad o la consecución de un objetivo. Su visión es diferente: respeta los propios límites, no se compara con otros practicantes, no busca una meta a corto plazo y no se persigue ganar un trofeo a no ser que sea la consecución del bienestar físico y emocional.
Cada postura tiene un sentido espiritual y armónico que se conecta directamente con nuestras emociones. A veces esas emociones aparecen en la práctica cuando nos enojamos porque no podemos lograr una postura, cuando perdemos la paciencia en posturas de equilibrio, o bien cuando nos auto boicoteamos pensando en que no podemos hacer tal postura y probablemente nunca llegaremos a hacerla “bien”.
Cuando la práctica es contaste, con compromiso y dedicación el yoga deja de ser una actividad física que nos “hace sentir bien”, y empieza a convertirse en un espacio íntimo, personal, de dedicación, donde nos encontramos con nuestras luces y sombras.
No es solo la postura, es una conexión profunda con nuestro cuerpo, pensamientos y emociones. El yoga saca a la luz la sensibilidad que tenemos que se refleja en diferentes aspectos de nuestra vida, refleja las etiquetas propias de cada uno con aquello que debemos lograr o cumplir.
Las asanas (posturas) depuran el cuerpo, lo fortalecen para ser un buen sostén pero también lo limpian de cargas que nos hacen daño. La respiración, es un trabajo mental para calmarnos y focalizarnos. En la práctica trabajamos los sentidos para mejorar la consciencia, para conectarnos con nuestro interior.
El yoga busca volvernos más sensibles, conscientes, serenos y menos competitivos con nosotros mismos. Romper con patrones dañinos que sostenemos sin darnos cuenta para complacer a nuestro entorno.
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