El diestro Antonio Ferrera cerró hoy las Hogueras de Alicante con una nueva salida a hombros tras una faena muy personal y de tremendo arrebato, en una tarde en la que Morante, que bordó el toreo, se quedó sin Puerta Grande por culpa del palco y en la que Juan Ortega se dejó un toro vivo.
Las Hogueras de 2021 llegaban a su fin después de tres tardes triunfales y con el recuerdo del maestro Manzanares en el ambiente en el año en el que hubiera celebrado sus bodas de oro como matador de toros y en el que su hijo, del mismo nombre, honró su memoria con dos actuaciones de alto nivel.
Hoy, última de feria, llegaba el cartel "del arte" con Antonio Ferrera que llegaba a la "terreta" con la cornada envainada de 15 cms que habÃa sufrido en la vÃspera en su tierra, Badajoz, y con él dos espadas de exquisito duende venidos ambos de orillas del Guadalquivir como son Morante de la Puebla y Juan Ortega.
Ferrera anduvo tan voluntarioso como discreto con un toro, el primero de corrida, sin clase y que fue también a menos por su falta de raza. El extremeño quiso mucho a lo largo de una faena de escaso contenido por la deslucida condición del de Algarra, al que mató después de varios intentos con la tizona.
Lo gordo de Ferrera llegarÃa en el cuarto, un buen toro al que cuajó con mucha variedad de capote y al que toreó también con suavidad y mucha entrega en una faena de muleta de mucha personalidad, abandonado por momentos el torero para el deleite de unos tendidos totalmente rendidos. Le dio muchos metros para darle muerte y, aunque el acero entró a la segundo, logró las dos orejas.
El primero de Morante fue para atrás al dañarse en los primer tercio y en su lugar salió un sobrero del mismo hierro que se rajó prácticamente en la primera tanda de muleta, imposibilitando el lucimiento del sevillano, que apenas dejó un par de fogonazos antes de irse a por la espada.
La faena de más entidad de la tarde llegó en el quinto, un toro que se vino arriba en el último tercio y con el que Morante destapó el tarro de las esencias de su toreo. El inicio a dos manos fue cumbre, pero lo fundamental tuvo torerÃa y una aroma a otra época, por la hondura, la pureza, el abandono total del torero por naturales. Sublime todo. Redondo y rotundo.
No se explica que, tras la estocada, el palco le negara la segunda oreja pedida por toda la plaza, porque, ya está dicho, la faena fue para salir toreando del coso alicantino.
Juan Ortega, por su parte, no tuvo su tarde. Es verdad que a sus manos fue a parar un lote a contra estilo, que se dice en el argot, pero su imperdonable desacierto con el estoque hizo que llegara a escuchar los tres avisos en su primero, un toro sin clase, bruto y deslucido con el que dejó alguna cosita suelta de exquisito trazo.
Pero, ya está dicho, se atascó de mala manera con los aceros dando tiempo a que le dieran los tres recados presidenciales que propiciaron que el toro regresara vivo a los corrales mientras que él acabó silenciado.
El sexto fue un toro muy deslucido que enseguida se rajó y a Ortega no le quedó otra que la brevedad.
FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Luis Algarra, el segundo como sobrero, terciados y cómodos, y de juego desigual. Los mejores, cuarto y quinto. A los otros cuarto les faltó raza y, sobe todo, fuerzas.
Antonio Ferrera, de purÃsima y oro: ovación y dos orejas.
Morante de la Puebla, de corinto, azabache y remates azules: ovación y oreja con fuerte petición de la segunda.
Juan Ortega, de verde botella y oro: silencio tras tres avisos y silencio.
En cuadrillas, Javier Valdeoro y Fernando Sánchez saludaron tras banderillear al primero. El propio Sánchez volvió a recoger una ovación junto a José Manuel Montoliú en el cuarto. Y Juan José Trujillo también en el quinto.
La plaza prácticamente se llenó dentro del aforo permitido, macado en 4.000 espectadores.